domingo, 24 de octubre de 2010

Gracias madre !

I ntentaba en lo posible no despertar aunque, sabía que debía hacerlo pronto. Era como si mi cuerpo se mecanizara o mejor aún, cronometrara a reactivarse a cierta hora, una cuestión de hábito e imposición motriz. Esas tersas almohadas y ese gélido frío de Octubre no son ideales para levantarse antes de tiempo. Creía tener un sueño pesado, pero implícitamente me sentía a gusto, aun en esa dualidad de sensaciones. Era como creer que descendía al purgatorio y reposaba luego en un profundo nirvana. Mi cuerpo yacía de costado, el alba comenzaba a mostrar los primeros indicios de luz primaveral. Ese frío inmovilizaba los huesos y parecía secarme el aliento. Ese sueño desconocido, esa posición corporal, esa rara sensación y el silencio del amanecer. El despertador suena, y como de manera involuntaria, mi fuente motriz y mi mano derecha, casi como de memoria y con total acierto logra desactivar ese fastidioso y punzante sonido con equivalencia a "levántese señor, levántese".
El confort por unos cinco minutos más de sueño y el inclemente frío hacen que me olvide casi por completo de esa obligación engorrosa de dejar la cama. Antes de conciliar esos últimos instantes de sueño suplementario una sensación cálida y ondulante bordea mi sitial, como si una deidad hiciera su aparición repentina, tenía de pronto ganas de despertarme aunque no hacía el mínimo intento por hacerlo. Era como una caricia, como que un ángel se posara a mi lado, se sentía como si me observara, al tiempo que dejaba brotar unas lágrimas que al caer se desvanecían en mi piel. Sentí una caricia, un beso suave y tibio. Luego de eso un "despierta hijito". Abrí levemente mis ojos para cerciorarme de que era real y no un sueño... El ángel seguía observándome con una sonrisa que limpiaba mi alma y me quitaba el sueño.
Esa presencia oculta entre de sombras y las cortinas no era más que mi madre, lo supe por esa sonrisa y su olor a ángel.

1 comentario:

Hasta en el último rincón dijo...

No existe nada mejor que empezar la semana con tu ángel. Lo único que te sigue, te persigue y vigila tu espalda cuando estás solo.