jueves, 28 de octubre de 2010

Un año más sin tí

...Al escuchar mis pasos bajó el volumen de la música y me vio entrar desde el pasillo, lentamente mientras nos mirábamos con algo de sueño y timidez. El viejo Lucio se sentó en su silla favorita, invitándome con la mirada a acompañarlo.Tomé la silla del costado suyo, la que menos me gusta. El continuaba con las manos cruzadas miraba hacia el techo y por ratos el viejo cuadro de hace más de 50 años, cuando era un joven y lucía muy bien parecido. La languidez de su rostro y sus pequeños ojos dejaban entrever muchas sensaciones juntas, lo notaba a pesar de la ingenuidad de mi edad. Estuvo así bastante rato, y yo mirándolo a él.
Al viejo Lucio nunca le dije que lo quería. Siempre fuí algo indócil y distante con él, quizás por el profundo rencor que reposaba en mí por la desfachatez de un padre que no quiso tenerme, o quizás por lo complicado de la irritable convivencia . Pensé eso mientras lo miraba de reojo y con algo de miedo. Como queriendo que no vea que lo miraba, que estaba esperando una reacción de el. Parece que el viejo apreciaba mi compañía, seguía sin decir nada. Luego me miró como entendiendo mi silenciosa reflexión, como leyéndome la mente mientras me eximía de cada culpa, al tiempo que posaba su enorme mano sobre mi abundante cabellera. Dejó ver una fugaz sonrisa.
Su avanzada enfermedad había acabado con la eterna sonrisa y el buen humor que lo caracterizó de toda la vida. Ya no era el tipo enorme y gordo, vistiendo en blue jean, botas y gorro, con caramelos en la mano para todo el vecindario. Ya no conducía ese enorme furgón amarillo ni comía chuleta frita. La vida le había quitado todo. Y aunque siempre de mal humor y con una lisura en la punta de la lengua, no se dejaba amilanar. Aún seguía siendo una roca y la vida no le quitaría sus recuerdos.
Mi abuela, que suponíamos dormía apaciblemente, se apareció sin que la escucháramos, se sentó del otro lado del abuelo, besó su mejilla y le preguntó si quería comer algo. Él dijo que quería chuleta frita, un veneno deleitable para su alicaida salud. Es extraño, en una situación normal ella le hubiera gritado por el atrevimiento, o simplemente se lo hubiera negado. Pero rápidamente accedió al pedido y se fue para la cocina. Yo seguía sin comprender ese singular retrato.
El viejo, mientras esperaba por su comida, normalmente hablaba de sus historias, aveces era Crusoe, otras veces algún héroe de leyenda, normalmente no le creíamos. Pero siempre decía algo. Esa tarde no dijo mucho. Solo esperó, siempre cogiéndose las manos y atravesando el techo con su mirada. Comió su churrasco como si fuera la primera vez. Mi abuela y yo lo mirábamos. Al terminar su banquete el estaba como esperando algo.
Aquella tarde debí entender que esa inusual sonrisa guardaba un significado. En realidad ese churrasco era el último. Me lo dijo con la mirada y no entendí...

(Quisiera decirte feliz cumpleaños viejo, seguido de un te quiero y un eterno hasta siempre. Así es viejo, he crecido.)

4 comentarios:

Hasta en el último rincón dijo...

Los recuerdos más lindos son los que se alimentan con el amor del que los lleva en el alma y en el corazón. Nunca es tarde para decir eso que piensas... nunca es tarde aunque el tiempo parezca haberse llevado todo.

Lara Holmes dijo...

:-(

Carito dijo...

Gracias por enseñarme un poko mas de ti!!!! t kelo

Mr.d dijo...

gracias por leerme,lo aprecio!