viernes, 17 de diciembre de 2010

Tienes un amigo

Las peleas entre hermanos suelen ser más frecuentes cuando se es pequeño. Normalmente el mayor abusa de su fortaleza y rango y el menor tiende a se más retraído y huidizo. Mi hermano Manuel es ahora enorme y bastante fuerte, en todo sentido, y aunque tenemos poco en común, no siempre fue así. Tenemos ambos un carácter indomable con la excepción que él parece no enamorarse nunca y yo en cambio si. Siempre tiene las situaciones emotivas bajo control, aveces él parece el hermano mayor.

Solía pelearme con él, aveces a manera de juego, pero casi siempre por cosas como ir a contarle a mi mamá que, le saqué unas monedas de su cartera o que no terminé la sopa. Un cocacho para cada chisme y un encerrón en mi habitación de castigo, por el abuso de autoridad.
Manuel siempre fue el favorito del abuelo. Siempre predispuesto a ayudar y a ir por cada encargo que le hiciera el abuelo. Yo de niño no me llevaba bien con ambos. Aquellos años difíciles habían sido inasimilables para mí y hasta mis deseos de aspiración cayeron al piso. Quizás porque ya no podía caer más abajo. De alguna forma mi hermano siempre le daba una razón de confianza y ánimo a mi alicaído abuelo. Manuel ya no era el curioso gordito lenguamocha de años de infancia, pero seguía siendo un niño por dentro. Lo miraba con cierta envidia. Nunca fuimos compatibles, pero nos queríamos y aprendimos a tolerarnos a medida que fuimos creciendo y aguantando juntos los golpes que suele darte una vida injusta y arbitraria.

Una madrugada de viernes mientras todos dormían, escuchamos un ruido del primer piso, donde dormían los abuelos. Mi hermano y yo escuchamos un grito de mi abuela y unos quejidos de lamentación y pánico. Bajamos corriendo con el sueño en la cara pero la preocupación pegada al vientre. Nos dirigimos por el pasadizo hasta el fondo de la casa, a la habitación donde dormía mi abuelo. Si hay un cuadro que no he podido borrar de mi mente y que definió mi personalidad es sin dudas aquel. La puerta estaba abierta, nos estacionamos cerca a ella, mi abuela estaba parada allí contemplando un suceso que parecía ser trágico. Mi madre tras ella, intentanto entrar y ver que ocurría y yo tras mi madre. Mi hermano esperó a un costado.
Luego de entrar apenas por la puerta, el hedor que emanaba aquella habitación era terriblemente tibio y ardiente, al mirar al piso noté que se había cargado de un color escarlata espeso y en el otro lado, al filo de la cama, mi abuelo sentado semidesnudo,sosteniendo sus brazos en la cabezera y su rostro hacía abajo. Emanaba de su boca mucha sangre y estaba muy pálido. De la boca a las sábanas, de las sábanas al piso. Un torrente interminable de sangre. El churrasco de la tarde anterior estaba cobrando factura a un precio muy alto.
No recuerdo que pasó con mi abuela pero todos guardamos silencio, incrédulos de lo que veíamos, pasmados. Mi madre fue corriendo a la sala a llamar a emergencia y mi hermano se acercó con unas toallas y unos baldes de agua. Yo estaba tan pálido como mi abuelo evitando entrar, pegado al costado de la puerta. Vi a mi hermano agacharse y empezar a limpiar rápidamente el piso mientras avanzaba para evitar resbalar y cuando llegó a la cama me llamó para que lo ayude.

Toda mi vida fui hematofóbico y en ese momento no sabía como actuar. Mi abuelo estaba consciente pero muy débil, había perdido mucha sangre. Lo tomé de un brazo y mi hermano del otro. Apenas pudimos moverlo. Llegaron mis tíos, algunos vecinos y los paramédicos. Intentaron alejarnos de ese cuadro, mi ropa había quedado manchada de sangre y todos salieron. Mi madre iría en la ambulancia y mi abuela con mis tíos. Busqué rápidamente algo de abrigo para salir e ir al hospital que está solo a dos calles de mi casa. Recuerdo a Manuel decirme "tengo miedo hermano", tomándome del brazo.

Esa terrible madrugada marcó un antes y un después en nuestras vidas. Las navidades serían recuerdos, los sueños serían de papel y la vida color negro. Pero de ese dolor aprendimos a superarnos, a afrontar los miedos, a partir de ese magro amanecer.
Fue entonces que Manuel y yo, comenzamos a vivir como verdaderos hermanos.



2 comentarios:

Hasta en el último rincón dijo...

Es difícil borrar una imagen tan fuerte, impactante y dolorosa de tu mente. Pero trata de pensar que tu abuelo se fue feliz xq, sea de la manera que sea, su partida les enseñó, a ti y a Manuel a ser verdaderos hermanos.

Bren dijo...

La vida se encarga de demostrarte que un hermano jamas se ira de tu lado asi nunca se hablen asi no se cuenten nada y pares mas tiempos con amigos cuando en verdad se necesita a uno volteas y tu hermano esta ahi , se puede contar con ellos sin medida...un abrazo,me encanto este post a pesar de la escena de dolor Manuel y tu tienen un angel en el cielo...