sábado, 11 de diciembre de 2010

En voz alta

Si pudieras verme, podrías escucharme. Sueles leerme con sólo mirarme, puedes deshojarme al verme llorar sin tocarme, sin aconsejar. Mirando de cerca para reponerme con tu suspiro.
Todos los días pensando en lo ingrato que he sido, en lo poco que he dado y lo mucho que exijo. Esperas aguardando, en bajo perfil. Siempre vas a abrirme la puerta cuando llego tarde de la calle. Asistes mis pasos cuando me emborracho. Me llevas a la cama y me ayudas a vestirme. Y aunque totalmente echado a la suerte del alcohol siempre siento tus besos al despedirte y apagar la luz. Escuchando como cierras la puerta y te vas en cunclías.

Las alegrías de la infancia, las fotos de tu pequeño "choclito colorado", recibiendo diplomas año tras año quedaron en fotos; los continuos fracasos, las cosas a medias, las promesas en el inodoro. Constantes en mi vida.
Se me hace un nudo en la epiglotis y el rostro se me adormece cuando trato de decirte lo demasiado que te amo. Pero al mirarte correspondo cada esfuerzo y cada lágrima. Al mirarte sabes que lo que yo puedo decir es poco en relación a lo que puedo dar. A eso que cultivé de ti, a amar sin objetar.
No aprendí a cocinar ni a lavar. No te dí nietos, casa nueva o título. Y aún así amas sin esperar nada a cambio.  

Te veo de la oscuridad orando con una devoción única. No lo haces en silencio, pegas tus manos cierras tus ojos y pides por mi y por todos, pero nunca por ti. Me duele saber que no he aprendido eso de ti.

Me siento solo. Quiero sentir ahora mismo tus viejas manos con venas sobrexpuestas drenando mi corazón. Esos surcos de las arrugas y las lineas de la vida de tus manos sobre mi rostro. Y mirar de reojo como eximes mis pecados y absorbes mis culpas. Con las lágrimas a borde, retando la pasividad. 
Soy un mal hijo vieja, soy un mal hombre y un mal prospecto. Y me siento pesado del corazón, del alma, del amor que rebasa mi ser y escapa de mi.

Llévame de la mano a la escuela nuevamente vieja, levántame en tus brazos para no estropear las zapatillas con el lodo. Jálame de las orejas y dame un beso de despedida. En la puerta de mi cielo.
No puedo más.

3 comentarios:

Hasta en el último rincón dijo...

Un pequeño reflejo de lo que un verdadero amor, que vive solo en tu corazón, puede hacer escarapelar el cuerpo de una persona que simplemente "lee" con ojos exteriores.
No estás solo y jamás lo estarás. Lo dicho y lo no dicho también, ya es conocido. No hay de que preocuparse y de lo que arrepentirse. Piensa que si las cosas no hubieras sido de la forma que ahora quisieras, nada de lo que dibujan las líneas de sus manos y te las tuyas, sería real.
Vamos caminando juntos en este mundano terreno de nadie. Recuérdalo siempre. Caminamos juntos.

Anónimo dijo...

Si no vale la pena, tirala a la basura y punto.
Andrea

Bren dijo...

otro post tuyo que me "caga" en corazón...si necesitas a tu madre llamala, buscala, abrazala, y no estas solo señor D,es verdad lo que dice Marité, caminamos juntos...un abrazo! fuerza y ánimos!