domingo, 26 de diciembre de 2010

La máquina del tiempo

Joven, ¿Es usted claustrofóbico? me pregunta el neurorradiólogo.
Ehhhh pues si doctor, lo soy, pero desde hace poco. ¿Por qué doctor?— pregunté, en tanto el joven médico -a los cuales parezco odiar cada día más- llenaba un pequeño cuestionario, previa a la intervención en el equipo de Resonancia Angiovascular, al cual me sometería, dado mis insoportables dolores de cabeza, en cuanto termine de indagar cosas que no entendía. Que si era alérgico a tal cosa, que si fumaba, que esto y lo otro. Era como si me estuviera sometiendo a mi primera angioresonancia cuando en verdad es la tercera en seis años. Quizás había olvidado ciertos procedimientos previos.

Bueno, puede que te afecte, vas a ser introducido allí— dijo el médico, señalando hacia el costado donde reposaba una enorme máquina (que parecía del futuro) donde sería encerrado unos minutos.
Sácate todo lo que lleves puesto que sea de metal— me dijo casi poniéndose de pie para dejarme solo en esa sala. 

Recordé en mi última intervención hace algunos años que estando alojado dentro del equipo RM el campo magnético tiende a jalarte, literalmente, si olvidaste sacarte el metal de encima. Aquella vez olvide desprenderme de mi correa y durante los cuarenticinco minutos que duró aquel examen, mi panza parecía exportar miles de tripas y el nerviosismo a flor de pelo, pegándose en esa descomunal máquina procesadora de magneto y el fétido sonido de avión. Aquella vez nació mi miedo al encierro. Una experiencia horrible para quienes aún no la han pasado. Bueno me saqué la ropa, siendo minucioso esta vez.
¿Qué me había llevado a recaer nuevamente, después de tantos años de paulatina recuperación? ¿De eximirme de mis errores y aprender de mi propia estupidez? ¿? No lo se. Cavilaba esa y muchas cosas más haciendo hora a la llegada del médico, que parecía más joven que yo.


El médico anunciaba su regreso a la sala por la bulla que hacían sus zapatos, maquiavelicamente lustrados cual cachaquito en servicio. Me quedé solamente con el pantalón, que ocurrentemente era un jean ceñido bastante incómodo para superar ese efímero pero tedioso encierro. 
Tome asiento señor Mejía. Bien, usted me dice ya ha sido intervenido un par de veces. Prosiguió su tratamiento y los resultados fueron satisfactorios. ¿Qué ha pasado esta vez? Esta comiendo alimentos indebidos, o algo le ha causado demasiado arrebato, ¿Quizás un mal de amores?— me dijo casi riendo al finalizar la oración. Me puse rojo. "Creo que es eso" le dije. Estaba tan atento en su escrito que no me vio.
¿Usted sabe de los riesgos que corre verdad? evite tener cóleras, hay cosas que es mejor tomarlas deportivamente, fíjese, aveces creo que mi esposa no me quiere sin embargo, no padezco a causa de ello. No todo en la vida es amor amigo mio. Debes pensar en tu salud. Una más y no la cuentas... 


Sonó un enérgico glug al escucharlo, moviendo mi cabeza de arriba a abajo. Aquel joven tenía toda la razón. Me cuide tantos años de cosas más arriesgadas para recaer a causa de la seguidilla de problemas y mi incapacidad de superarlos sin verme afectado. El desamor, eso que parece acompañarme en cada mujer que conozco y que termina siendo, mi peor mal. Haciéndome perder la fe.


El joven médico prosiguió:
¿Cuál es tu edad? me preguntó, poniendo cara de sorpresa al escucharme responderle que tenía casi veintiocho...
Eres muy joven para este tipo de cosas— dijo suavemente, en tanto medía la dosis que me aplicaría mediante una intravenosa.
Te pondré un sedante, puede que ese encierro te ponga nervioso... Feliz navidad!

¡Hay Dios! me dije a mi mismo. Nunca en mi vida fui sedado. Los efectos fueron casi instantáneos. Me introdujo en aquella enorme máquina. Entre mareos escuché cerrarse la puerta y un sonido a turbina de avión, ensordecedor y cancerberozo parecía tiritar en mi cuerpo. Luego caí en sueño seco. En aquella fúnebre sala de exploración, húmeda de mis miedos...

...De mis miedos a la máquina del tiempo.

Ojalá salir de los problemas diarios sea como caer sedado y despertar olvidando todo. Ojalá.

 

2 comentarios:

Bren dijo...

si pues ojala todo fuera tan facil...ay mr.d si tu mal depende de que no hagas colera mmm nose, creo q estas jodido amigo ya que tu mas q mr.d eres mr.higado, igual te quiero y es verdad lo que te dijo el doctor no podemos jodernos la vida por un desamor...un abrazo!

Hasta en el último rincón dijo...

Quisiera saber el final del relato... dijo algo malo? algo bueno? cuáles serán los pasos a seguir... pues si tienes Kuala Lumpur para no tener una cólera más, te vas. Esto no es un juego y si viene alguien y te arrebata la tranquilidad derepente, pues no merece la pena ni tenerle cólera. Esa gente, no vale nada. Ni un malestar en a "máquina del tiempo".