sábado, 18 de diciembre de 2010

Listen me

Las personas hablan mucho de si mismas. De las refacciones en su auto, de los cosméticos nuevos del catálogo, de sus viajes de vacaciones, del departamento nuevo, del hijo prodigioso, de la vida exitosa. Siempre hablan de ellas mismas, alardeando de lo que tienen con autosuficiencia y holgura. Hablan de lo mejor de si y de lo peor de los demás. Y nunca escuchan. Cuando parece que escuchan en realidad no lo hacen, son estampas pegadas con el auto adhesivo seco. Manchado de moho.
Cuando más tienes eres mejor, cuando menos sufres eres mejor. La mentalidad del ganador de batallas que no tiene reino ni herencia.

Cuando buscas a un amigo improvisado que hagas las veces de inquisitor y conciliador sólo encuentras una roca deforme frente a ti. Ya nadie escucha. Sin embargo siempre se tiene a una madre cerca, a un hermano, o a un tío. Y a pesar que sabemos eso, siempre recurrimos a un amigo, quizás por un consejo más no un regaño, quizás por sacar lo que se tiene dentro y descargar en base a un sentir mutuo, olvidando el rechazo y el dolor. O porque simplemente se nos dió la gana. Pero no es suficiente.
Anoche mientras pensaba eso, echado en la cama sin ganas de nada entendí que, ese aislamiento intencionado por el que opté, fue labrando mi piel de jebe vigoroso. Por fuera quizás. Por dentro el miedo y la impotencia carcomen mi afán de justicia. Toda una vida tirando monedas al estanque, deshojando margaritas, disfrazado de payaso. Ese que muestra el maquillaje blanco y rojo oculto en una sonrisa pintada de ácido indeleble. La consecusión de errores y defectos insanables que me hacen un hombre tan ordinario como el último de la fila. Ese padecimiento existencialista que prepara mis maletas y me aisla de lo cotidiano y me enferma, excomulgándome de un mundo de arlequines. Llevando mis chistes de payaso barato al boulevart de maniquíes que no escuchan, que se comen unos a otros, que miran y gritan pero que no escuchan. Pero siempre se ríen del chiste, por más malo que sea. Sin pagar su boleto.

1 comentario:

Hasta en el último rincón dijo...

Qué palabras tan exactas pueden salir de tu pluma virtual... Es cierto, los amigos están, pero los que siempre estarán, aun así hayas traicionado al último que lleve tu sangre, estará a tu lado. Son los únicos que te acompañarán hasta el final y son los que perdonan sin necesidad de escuchar "perdón".
Nunca es tarde para enmendar errores, menos aun con un familiar.