viernes, 31 de diciembre de 2010

Cierre

Tengo una vieja costumbre: saludar a destiempo. Y eso incluye regalar a destiempo. El entreacto doble entre navidad y año nuevo y año nuevo con mi cumpleaños, me lleva a suponer que debo dar algo para recibir a cambio. Un pensamiento bastante avaro y austero a la vez.
Pienso en el porsche 911 que no tengo -y quizás no tendré. La colección de Pixies completa con vinilos y souveniers y la compu nueva. Y pienso también en que me puedan regalar algo que me gustaría recibir y que no puedo decir.

Este año deja poco para hacer un recuento. Viví en tres casas: mi casa, mi oficina, el restaurante. Y el vagabundeo de una a otra día tras día. Del ordenador del escritorio al ordenador de mi cama. Del sueño en el bus al sueño en mi almohada.
Una perfecta antítesis compatible y necesaria de una vida robótica.

Distanciado del cine y el fútbol, dos de mis pasiones, me refugié en mis tiempos muertos en las letras, que años atrás había olvidado. Así como olvidé como dibujar o tocar la batería. 
Me alejé también de las emisoras radiales locales, que cada vez me decepcionan más. Ese apasionamiento por la música popular, cotidiana, indeleble y pegajosa que me tuvieron saturado todo el año.
El cine también me decepcionó, salvo por algunas raresas. Las películas de ahora exceden sus matices violentos con exabruptos de cuadros superpuestos que marean y llaman a la desatención. Más visuales que líricas, como remontando a los mimos. Y el fútbol, cada vez más comercial y medíático, dejó de ser el que me apasionaba en los noventas. Nuestro país vive pegado al televisor vanagloriando en series de dos lucas antihéroes que parecen de ficción oriental.
Se acabaron también los sucios mítines, los programitas de baile que indisponen el sueño y los berrinches de seudofamosos de mercado. Bueno, almenos será un mes de tranquilidad. Más que vacaciones para ellos, serán vacaciones para mis sentidos.

Este año fue remedo de otros no muy lejanos, con poco que contar, destacar y subrayar. Pero con mucho de que meditar. Voy a perder el miedo a los números, a retomar viejas y sanas costumbres, a dejar de lado otras tantas poco productivas. Aunque suelo decirlo y no cumplirlo, haremos el mayor esfuerzo.
No tengo ganas de celebrar el año pero si de dar un vuelco a mi destino y pensar más en mi mismo. Esta vez no diré "haber que pasa", esta vez diré "a la mierda, lo hago". Odio sonar a libro de autoayuda pero necesitaba decir eso.
El año que se va hoy y que he tomado como "una transición volátil" comienza hoy mismo.

Un mejor año para los amigos que siguen el blog, para Marité y Bren, mis fieles compinches y para todos quienes me leen. Aunque escribiré menos seguido, estaré tan cerca como pueda. Un abrazo!

jueves, 30 de diciembre de 2010

The Eternal, the sea - PRELUDIO

No recuerdo cuantos tragos tenía encima y cuantos días de embriaguez llevaba en mi, pero todavía tenía cuerda para unas horas más. Era el primer día del año y todavía tenía la descomposición en mi cuerpo y ojos producto de la trasnochada de alcohol y narcóticos etéreos. Creo haberme sentido así por tanta hierba dispersa en el ambiente. Mi cabeza había formado lagunas y había olvidado porqué estaba en la barra, de costado y solo. Siete latas de red bull, otras tantas de cerveza y más de una docena de cigarros me habían dejado un tanto idiotizado. Y la noche todavía no empezaba. Llevaba puesta una bermuda de playa camuflada y algo húmeda, no se porqué, quizás estuve antes en la playa. Una camiseta ligera, sandalias y lentes de sol sobre la cabeza, una huachafada muy de moda. Tenía en mi mano una copa con martini.  Llevaba también una muñequera naranja que distinguía a la zona preferencial de la v.i.p, y la v.i.p de los socios e inquilinos del club hotel.
Me puse defrente a la pista de baile que aquel club de surf había improvisado. Me sentía apestar a cigarrillo al asomar mi nariz con cierto disimulo sobre mi costado, pecho y manos. Y un inmediato ademán de asco y molestia.

Dicen que las miradas se sienten, mientras hacía eso, noté que efectivamente alguien me miraba. Así que retiré esos gestos y me hice el desentendido tratando de encontrar esa mirada intuitiva, fortuita. No me costó mucho encontrarla, pero sí confirmar que en realidad era para mi. Frente a mi como a unos doce metros una bella fémina un tanto más alta que yo -que no es un gran merito- desplegaba un baile angelical y a la vez morboso. Rubia y bronceada, llevaba un short bastante pequeño que dejaba ver su bikini y una cerveza en su mano. Cuando ella notó que la miré, me sonrió y relentisó sus pasos, aprecie que bailaba sola. Al mirarme parecía invitarme a ir por ella, pero no me atreví, podía tener miles de cervezas encima pero seguía siendo el mismo gallina. Mi tímida sonrisa de evasión y el cigarro de costado en mi boca hizo entender a la rubia aquella, mi estancamiento. Necesitaría su ayuda. De todos modos, mientras daba vueltas bailando con muchos chicos y chicas, donde nadie era dueño de su propia pareja, aproveché para mirar con mucho recato si yo tenía a alguien cerca de mi. Por un momento no estaba seguro de que me mirase a mi. A mi derecha dos chicas afroamericanas hablando entre si, y a mi izquierda la escalerilla que llevaba a los baños. Sin dudas, me había mirado a mi. Cosa rara.

Por un costado mío saliendo de los baños, dos chicos se acercaron a mi. Uno me quitó la copa y el otro miró mi posición fija en aquella rubia.
Hey mi pana, ¿qué hace solo alli?...haber, ¿dónde miras con tanta atención? ...uffff madre mía ¡qué mujer! ...y te está mirando mi pana, te está mirando... me decía Lucas, de origen Venezolano, pasado de revoluciones y tiros...
No me jodas... uy si ah, bien allí brother... yo que tú me la llevo ahora mismo, ¿Qué esperas, que te saque ella? —inrrumpió Juan Luis, un pata Limeño que conocí en la ruta, comprando suveniers de la zona. Habíamos hecho un grupo con otros dos chicos y cuatro chicas que en ese momento estaban no habidas.
Ambos olían prefundamente a cerveza y marihuana, por eso me quedé solo en la barra cuando ellos fueron al baño, esperando que terminen. 
Bueno, ¿vas a ir?— me dijo Juan Luis, empujándome de la barra. Me quedé medio estático. La chica aquella no esperó y poco le importó mi indecisión. Vino a mi posición me tomó de la mano y me dijo Hey, ¿tan fea soy? ven, baila conmigo— quise responderle "claro que no eres fea, eres hermosa" pero solo le sonreí y fuimos a bailar. 
El ruido impedía que pudiera preguntarle ciertas cosas. Pero mientras yo me formulaba excusas a mi mismo ella dio la iniciativa. Se acercó a mi tomándome de los hombros tratando de estar cerca de mi oído. Muy sutilmente me dijo ¿Cuál es tu nombre, eres peruano?...

Me llamo Alan, si soy peruano, y tú, ¿Cómo te llamas?
Yo soy Marion, un gusto Alan. Te vi solo en la barra y me dio gracia ver como te olías a ti mismo— y estalló en risa. Se estaba riendo de mi. Y yo también me reí sonrojado a la vez.  
Su dominio del español era casi perfecto, incluso no podía determinar su acento e intuir de donde procedía. Y continuó...
Yo soy francesa, llevo varios años en América, aprendí el idioma y es la tercera vez que vengo a Máncora, me gusta. Tus amigos nos están mirando...

Efectivamente, al voltear, Juan Luis y Lucas no dejaban de mirar, a ellos se habían unido otros chicos y chicas y la mayoría nos miraban. Me hice el desentendido y seguí mi charla con sabor a Pet shop boys en off...
Si, son unos tontos, pero buenos tipos, los acabo de conocer, yo vine solo. La verdad me estoy divirtiendo mucho. Dime, ¿Cuántos años tienes Marion? Quizás no debí preguntar eso.
Se acercó aún más a mi mirándome los labios y me respondió:
Para ti...veinte años...
¡Cúanta seducción en su voz! Yo le calculaba veinticinco. Atiné a responderle sin que me pregunte: Yo tengo veinticuatro...

Intercambiamos sonrisas, bailes y preguntas asonantes. Era muy guapa, ojos índigo profundos y usaba brackets, pero le quedaban bien. Llevaba untada en sus brazos y piernas una mezcla de aceites y repelente. No terminaba de mirarla y a la vez de hablarle y ella a mi cuando imrrumpió de manera sorpresiva e imprevista un sujeto de biotipo similar a Marion. Se puso entre nosotros, él era más alto que yo -para variar- y creo que se hablaron en frances, en tono alto. El tipo la jaloneó, no supe si intervenir o hacerme de la vista gorda. Pero Marion no necesitó de mi ayuda, lo empujó y se retiró sin decirme adios o te veo luego. Era una situación entendible. El cemental se retiró por el otro lado y yo tuve que regresar a la barra.
No se si los chicos no se percataron de esa escena o se hacían los desentendidos. Como adivinando me cedieron una lata de cerveza y me puse enmedio de Miriam y Juan Luis. Luego fui al baño.
Esa última cerveza fue el declive. Me sentí fatal. Necesitaba ir a mi habitación. El hotel estaba cruzando la carretera, afuera del frontis del club. Iría sin avisar, eran casi las seis de la tarde y aunque esto apenas empezaba mi cuerpo ya no soportaba más. No suelo beber tanto, menos dos días seguidos. Sólo me quedaría por Marión y nada más.

Al abrir la puerta del baño cuando me disponía a salir, una chica muy joven pero muy, muy guapa se detuvo a mi lado y me mostró una nota en un papel doblado, cortado al apuro, húmedo y manchado de labial. 
¿Eres Alan? toma, Marion me dijo que te diera esto, pero que porfavor no lo leas hasta dentro de una hora. Ella te esperará en la playa. Chaocito.

La niña aquella, rubia y bronceada como la mitad de los asistentes de esa fiesta, me entregó la nota y salió corriendo. No se si tontamente, pero la guardé en el lateral de mi bermuda, sin leerla. Recuerdo sonreir de satisfacción mientras lo hacía y fui a la barra a contar esa gesta juglar. Pero a cada paso que daba me sentía caer, había bebido más de lo que normalmente me permito y necesitaba reposar si deseaba continuar la fiesta nocturna. Tomé la senda del costado, la que accesa a la tienda y luego al lounge para salir por la cochera sin ser visto. Me topé con Roberto (otro de los chicos que conocí) en el camino y me preguntó a donde iba y le dije que a tomar aire y que no tardaría. 
Me detuve en la puerta de la cochera. Me había equivocado de ruta, salí por la puerta posterior la que da a la playa, curiosamene, no la que da a la carretera. Había poca gente y los rayos de sol eran mínimos. No me quedaba más que ir y tratar de descansar en la playa. Esperaría a Marion y luego regresaría al bar. En aquel bar de mi última fiesta de año nuevo, donde no me sentí sobrar.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

El arrebato de los caidos

Somos soñadores ingenuos
te lo dije ayer
Somos sombras latentes que divergen
en el vacio de sus cameos

Nuestras letras se leen en soledad
nuestra música se baila con la mente
en el jet set de la longevidad 
del legado disímil, cósmico 
en la fe retraída
y nuestro mundo soplando las cenizas

No somos leyenda
somos la distorsión de nuestras guitarras 
las voces incendiarias 
y los bloques soneteros
que dicen únete, despréndete y ven
sin armas en las manos

Mantente caminando en la vía azúl
nos dicen alienados y exquisitos
y vivimos en sarcófagos de helio
no temas a la desolación ni al frío subterraneo
somos soñadores, no somos leyenda
somos la revolución muda.

Canción visceral

Las campanas del atardecer
vuelan jugando a ser niños
coreando una oda al infierno 
las balas que suenan en sus cabezas
exclamando suicidio
como el negro, que sigue siendo negro en la oscuridad.

Campanario de penas serpentelantes carcomidas
como un gato en el cristal de la ventana
divulgando los secretos de mi ridícula sonrisa quieta
afinada por un deseo incontenible.
Como mi odio al mundo
al muladar blanco sin fondo
de mis sueños arrostizados en la fuente de deseos
mis súplicas al cielo venusiano
y mis ganas de morir despierto
una y otra vez.
De mirar sin ser visto
y mi boca en la bolsa queriendo ahogarse
No soy como esos niños
No soy un trébol de dos hojas
Soy el ruido contenido en la campana

martes, 28 de diciembre de 2010

Lo que un día pude ser

Diciembre se ha ido
y los hitos de mi forma siguen en su lugar
y mi corazón mi alma, mis dientes
"Uno sangra para sí mismo", ahora entiendo.
La oscuridad de veintiocho años
de lágrimas diáfanas bajo las sábanas
la evasión a mi mismo, a un mundo que no es mío
y los negativos de mis recuerdos con aceite.
Uno tras otro, vida tras vida
el rastro del orín oscurecido
mi piel, mis manos, mi cuello
y el mañana como excusa.

Diciembre se odia
mis sueños siguen pegados en la luna
la esperanza se contrapone al desgano y mi fe dañada
y la vida sigue allí, sin girar
El amor nunca se va pero se esconde
en las estelas de sus tentáculos.

Diciembre me dice que
no tengo ganas de vivir
como medianero al acecho
mirando a los bastardos comiendo mi pasto
y la mierda de tres décadas consumiendo mi mundo
un maldito mundo de política barata y amor alquilado.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Veintiuno

Seguirás perdido entre tus sueños
adulando del rencor
desvaneciendo el amor tras rabias solitarias
caminando en callejones de sal.
Se te ha secado el sonido
y tu brújula intermitente flota en tus botas
fingiendo derrocamiento que desinflan la falsedad.

Seguirás perdido detrás de tus miedos
y lo que tus colores muestran
en tus bolsillos obturados
que reflejan armonías disonantes 
y tu alegría perdida, disuelta en el campo
a través de la neblina en tus ojos
y el rayo misterioso que socava la ansiedad.

Seguirás perdido entre vectores borrosos
rediseñando un destino saúrico
allá en el mármol de sus falacias
del mundo que canta en coro bajo la lluvia
corriendo en el nitrato de las mentiras
metidos en ataudes de porcelana y nylon
¡Seguirás perdido! Ó ¿Seguirás perdido?

domingo, 26 de diciembre de 2010

La máquina del tiempo

Joven, ¿Es usted claustrofóbico? me pregunta el neurorradiólogo.
Ehhhh pues si doctor, lo soy, pero desde hace poco. ¿Por qué doctor?— pregunté, en tanto el joven médico -a los cuales parezco odiar cada día más- llenaba un pequeño cuestionario, previa a la intervención en el equipo de Resonancia Angiovascular, al cual me sometería, dado mis insoportables dolores de cabeza, en cuanto termine de indagar cosas que no entendía. Que si era alérgico a tal cosa, que si fumaba, que esto y lo otro. Era como si me estuviera sometiendo a mi primera angioresonancia cuando en verdad es la tercera en seis años. Quizás había olvidado ciertos procedimientos previos.

Bueno, puede que te afecte, vas a ser introducido allí— dijo el médico, señalando hacia el costado donde reposaba una enorme máquina (que parecía del futuro) donde sería encerrado unos minutos.
Sácate todo lo que lleves puesto que sea de metal— me dijo casi poniéndose de pie para dejarme solo en esa sala. 

Recordé en mi última intervención hace algunos años que estando alojado dentro del equipo RM el campo magnético tiende a jalarte, literalmente, si olvidaste sacarte el metal de encima. Aquella vez olvide desprenderme de mi correa y durante los cuarenticinco minutos que duró aquel examen, mi panza parecía exportar miles de tripas y el nerviosismo a flor de pelo, pegándose en esa descomunal máquina procesadora de magneto y el fétido sonido de avión. Aquella vez nació mi miedo al encierro. Una experiencia horrible para quienes aún no la han pasado. Bueno me saqué la ropa, siendo minucioso esta vez.
¿Qué me había llevado a recaer nuevamente, después de tantos años de paulatina recuperación? ¿De eximirme de mis errores y aprender de mi propia estupidez? ¿? No lo se. Cavilaba esa y muchas cosas más haciendo hora a la llegada del médico, que parecía más joven que yo.


El médico anunciaba su regreso a la sala por la bulla que hacían sus zapatos, maquiavelicamente lustrados cual cachaquito en servicio. Me quedé solamente con el pantalón, que ocurrentemente era un jean ceñido bastante incómodo para superar ese efímero pero tedioso encierro. 
Tome asiento señor Mejía. Bien, usted me dice ya ha sido intervenido un par de veces. Prosiguió su tratamiento y los resultados fueron satisfactorios. ¿Qué ha pasado esta vez? Esta comiendo alimentos indebidos, o algo le ha causado demasiado arrebato, ¿Quizás un mal de amores?— me dijo casi riendo al finalizar la oración. Me puse rojo. "Creo que es eso" le dije. Estaba tan atento en su escrito que no me vio.
¿Usted sabe de los riesgos que corre verdad? evite tener cóleras, hay cosas que es mejor tomarlas deportivamente, fíjese, aveces creo que mi esposa no me quiere sin embargo, no padezco a causa de ello. No todo en la vida es amor amigo mio. Debes pensar en tu salud. Una más y no la cuentas... 


Sonó un enérgico glug al escucharlo, moviendo mi cabeza de arriba a abajo. Aquel joven tenía toda la razón. Me cuide tantos años de cosas más arriesgadas para recaer a causa de la seguidilla de problemas y mi incapacidad de superarlos sin verme afectado. El desamor, eso que parece acompañarme en cada mujer que conozco y que termina siendo, mi peor mal. Haciéndome perder la fe.


El joven médico prosiguió:
¿Cuál es tu edad? me preguntó, poniendo cara de sorpresa al escucharme responderle que tenía casi veintiocho...
Eres muy joven para este tipo de cosas— dijo suavemente, en tanto medía la dosis que me aplicaría mediante una intravenosa.
Te pondré un sedante, puede que ese encierro te ponga nervioso... Feliz navidad!

¡Hay Dios! me dije a mi mismo. Nunca en mi vida fui sedado. Los efectos fueron casi instantáneos. Me introdujo en aquella enorme máquina. Entre mareos escuché cerrarse la puerta y un sonido a turbina de avión, ensordecedor y cancerberozo parecía tiritar en mi cuerpo. Luego caí en sueño seco. En aquella fúnebre sala de exploración, húmeda de mis miedos...

...De mis miedos a la máquina del tiempo.

Ojalá salir de los problemas diarios sea como caer sedado y despertar olvidando todo. Ojalá.

 

sábado, 25 de diciembre de 2010

Soy de ninguna parte

Hoy es navidad
y no lo he notado

La promesa del ayer divide el sueño perdido
te recordé
permaneciendo en el ápice de la voluntad
olvidado y presagiando
mirando la luz de la luna
perdido en su nebulosa

Te he desterrado del mar
y he jugado a solas a ser villano
he cabalgado el averno
latigando corderos
¿por qué no me tomas de la mano?
¿no ves lo endeble que soy?
conocí Marte de noche
caminé con cancerbero
salté, huí, ame
¿me pregunto si pudiste notarlo?
tu aislamiento me enseñó a no odiar
a quien no sea yo mismo

La cadencia luminosa
en tu rostro, en el mío,en el espejo
y mis labios
de tu sombra moverse tras de mi 
en la primera navidad que grita no ser navidad
sin ti y tu rostro olvidado.

Te esperaré en mi escondite desconocido
no lo notaré, hablame al oído, padre.

Feliz navidad !!

 Quisiera que ese espíritu de la navidad sea perenne en mi siempre, que viva en los corazones de quienes amo, y también de quienes amé. Esa sensación que no se puede explicar este veinticinco cuando, sentados en la mesa con la familia, incompleta y triste pero espectante y unida, las luces intermitentes, el olor a cuetes, los villancicos y los niños corriendo, ensalzan la llegada invisible del hijo del creador.
Un espíritu que se apodera del alma más desolada y el corazón más mutilado, clarificando el alma a golpe de esperanza en un mundo que parece caer de rodillas pero que se niega a renunciar. Del sufrimiento de los niños sin hogar, de los padres sin hijos, de los hijos sin padres, del pobre y del rico. El espíritu que abre los ojos y despierta la fe en nosotros mismos incluso en quienes no están seguros en que creen. Cuando la redención de los pecados se atribuye a un ser divino que no vemos con ojos abiertos ni escuchamos en la tormenta. Ese mismo espíritu que nos hace creer en lo imposible. Ese que nos irradia de amor y convicción en que, a pesar de todo, la vida vale la pena. De entender que somos tan pequeños que hagamos lo que hagamos, no somos dueños de nuestras vidas pero si de nuestro destinos.
A creer que el amor puede cambiar las mentes, a disipar el dolor, a unificar religiones y romper muros de acero. 
Hoy es una navidad en que lloro como en todas, pero donde también río por lo que tengo. Por lo que soy y profeso. Por el amor que di. Hoy se eximen mis pecados y los de medio universo cerrando los ojos con fuerza y respirando lento. Un veinticinco donde todos tocamos el cielo. 

Feliz navidad madre, gracias por ser quien eres, por soportarme. Feliz navidad mami, por tus setenta años dedicados a sufrir por mi. Feliz navidad hermano, por enseñarme a ser fuerte. Y feliz navidad viejo, por haber sido veinte años el padre que no tuve...

Salud a todos, con fe y amor pensando que todo se puede, aún en la penumbra.
Feliz Navidad !!

 

jueves, 23 de diciembre de 2010

Y sin embargo...

Todo lo que hay en mi es lo que parece ser
falacia de careta
la rosa olvidada en el jardín
marchitando tu voz

Todo lo que ves es lo que soy
residente del apartheih
adalid de un purgatorio de ratas
resonando tus tímpanos

Todo lo que tus ojos me inventaron fui
coleccionista de errores
enmendador de aciertos
galopando tu orgullo

El niño que hubo dentro
se ha hundido entre mis abismos viscerales
y la amargura de mi soledad
el dolor compartido con mi rima
dibujando una tangente
donde todos duermen

a solas
a tientas
a capela

Pudimos contar estrellas juntos, ayer.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Esos copos de nieve

Copos de nieve en mi pared azulada
que oscurece mi perpleja habitación
esa que ya no huele a mi
cuando la ausencia escapa de mi sombra
cohibida y descompacta
enterrada de culpas y quejas
recuerdos para olvidar
cuando desfallezcan en el ayer
cruzando los dedos
con las luces del pueblo
y el eructo cohibido

El eclipse del otoño bífido
y un seismo tras otro
de pecados, deseos y hambres
una contracción de resignación
Los ritos de solidaridad
de soledad perpetua
y los díscolos de dolor bordeando el aire

Esos copos de nieve...

lunes, 20 de diciembre de 2010

To be

Imaginar el cielo de color verde es como mirar tras el espejo
como arrojar monedas al mar
Como dejar atrás el pasado, cuando siempre estuvo allí
como esperar agua en el desierto
Creer detener una guerra con solo tener la razón
sin armas ni religiones licuadas
Imaginar todo eso es esperar del amor
un giño al corazón, un tópico mágico
Tratar de olvidarte es recordar que me olvidaste
de un solo giño.
Con la dignidad de una furcia
y la sonrisa de una rosa lasciva.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Listen me

Las personas hablan mucho de si mismas. De las refacciones en su auto, de los cosméticos nuevos del catálogo, de sus viajes de vacaciones, del departamento nuevo, del hijo prodigioso, de la vida exitosa. Siempre hablan de ellas mismas, alardeando de lo que tienen con autosuficiencia y holgura. Hablan de lo mejor de si y de lo peor de los demás. Y nunca escuchan. Cuando parece que escuchan en realidad no lo hacen, son estampas pegadas con el auto adhesivo seco. Manchado de moho.
Cuando más tienes eres mejor, cuando menos sufres eres mejor. La mentalidad del ganador de batallas que no tiene reino ni herencia.

Cuando buscas a un amigo improvisado que hagas las veces de inquisitor y conciliador sólo encuentras una roca deforme frente a ti. Ya nadie escucha. Sin embargo siempre se tiene a una madre cerca, a un hermano, o a un tío. Y a pesar que sabemos eso, siempre recurrimos a un amigo, quizás por un consejo más no un regaño, quizás por sacar lo que se tiene dentro y descargar en base a un sentir mutuo, olvidando el rechazo y el dolor. O porque simplemente se nos dió la gana. Pero no es suficiente.
Anoche mientras pensaba eso, echado en la cama sin ganas de nada entendí que, ese aislamiento intencionado por el que opté, fue labrando mi piel de jebe vigoroso. Por fuera quizás. Por dentro el miedo y la impotencia carcomen mi afán de justicia. Toda una vida tirando monedas al estanque, deshojando margaritas, disfrazado de payaso. Ese que muestra el maquillaje blanco y rojo oculto en una sonrisa pintada de ácido indeleble. La consecusión de errores y defectos insanables que me hacen un hombre tan ordinario como el último de la fila. Ese padecimiento existencialista que prepara mis maletas y me aisla de lo cotidiano y me enferma, excomulgándome de un mundo de arlequines. Llevando mis chistes de payaso barato al boulevart de maniquíes que no escuchan, que se comen unos a otros, que miran y gritan pero que no escuchan. Pero siempre se ríen del chiste, por más malo que sea. Sin pagar su boleto.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Tienes un amigo

Las peleas entre hermanos suelen ser más frecuentes cuando se es pequeño. Normalmente el mayor abusa de su fortaleza y rango y el menor tiende a se más retraído y huidizo. Mi hermano Manuel es ahora enorme y bastante fuerte, en todo sentido, y aunque tenemos poco en común, no siempre fue así. Tenemos ambos un carácter indomable con la excepción que él parece no enamorarse nunca y yo en cambio si. Siempre tiene las situaciones emotivas bajo control, aveces él parece el hermano mayor.

Solía pelearme con él, aveces a manera de juego, pero casi siempre por cosas como ir a contarle a mi mamá que, le saqué unas monedas de su cartera o que no terminé la sopa. Un cocacho para cada chisme y un encerrón en mi habitación de castigo, por el abuso de autoridad.
Manuel siempre fue el favorito del abuelo. Siempre predispuesto a ayudar y a ir por cada encargo que le hiciera el abuelo. Yo de niño no me llevaba bien con ambos. Aquellos años difíciles habían sido inasimilables para mí y hasta mis deseos de aspiración cayeron al piso. Quizás porque ya no podía caer más abajo. De alguna forma mi hermano siempre le daba una razón de confianza y ánimo a mi alicaído abuelo. Manuel ya no era el curioso gordito lenguamocha de años de infancia, pero seguía siendo un niño por dentro. Lo miraba con cierta envidia. Nunca fuimos compatibles, pero nos queríamos y aprendimos a tolerarnos a medida que fuimos creciendo y aguantando juntos los golpes que suele darte una vida injusta y arbitraria.

Una madrugada de viernes mientras todos dormían, escuchamos un ruido del primer piso, donde dormían los abuelos. Mi hermano y yo escuchamos un grito de mi abuela y unos quejidos de lamentación y pánico. Bajamos corriendo con el sueño en la cara pero la preocupación pegada al vientre. Nos dirigimos por el pasadizo hasta el fondo de la casa, a la habitación donde dormía mi abuelo. Si hay un cuadro que no he podido borrar de mi mente y que definió mi personalidad es sin dudas aquel. La puerta estaba abierta, nos estacionamos cerca a ella, mi abuela estaba parada allí contemplando un suceso que parecía ser trágico. Mi madre tras ella, intentanto entrar y ver que ocurría y yo tras mi madre. Mi hermano esperó a un costado.
Luego de entrar apenas por la puerta, el hedor que emanaba aquella habitación era terriblemente tibio y ardiente, al mirar al piso noté que se había cargado de un color escarlata espeso y en el otro lado, al filo de la cama, mi abuelo sentado semidesnudo,sosteniendo sus brazos en la cabezera y su rostro hacía abajo. Emanaba de su boca mucha sangre y estaba muy pálido. De la boca a las sábanas, de las sábanas al piso. Un torrente interminable de sangre. El churrasco de la tarde anterior estaba cobrando factura a un precio muy alto.
No recuerdo que pasó con mi abuela pero todos guardamos silencio, incrédulos de lo que veíamos, pasmados. Mi madre fue corriendo a la sala a llamar a emergencia y mi hermano se acercó con unas toallas y unos baldes de agua. Yo estaba tan pálido como mi abuelo evitando entrar, pegado al costado de la puerta. Vi a mi hermano agacharse y empezar a limpiar rápidamente el piso mientras avanzaba para evitar resbalar y cuando llegó a la cama me llamó para que lo ayude.

Toda mi vida fui hematofóbico y en ese momento no sabía como actuar. Mi abuelo estaba consciente pero muy débil, había perdido mucha sangre. Lo tomé de un brazo y mi hermano del otro. Apenas pudimos moverlo. Llegaron mis tíos, algunos vecinos y los paramédicos. Intentaron alejarnos de ese cuadro, mi ropa había quedado manchada de sangre y todos salieron. Mi madre iría en la ambulancia y mi abuela con mis tíos. Busqué rápidamente algo de abrigo para salir e ir al hospital que está solo a dos calles de mi casa. Recuerdo a Manuel decirme "tengo miedo hermano", tomándome del brazo.

Esa terrible madrugada marcó un antes y un después en nuestras vidas. Las navidades serían recuerdos, los sueños serían de papel y la vida color negro. Pero de ese dolor aprendimos a superarnos, a afrontar los miedos, a partir de ese magro amanecer.
Fue entonces que Manuel y yo, comenzamos a vivir como verdaderos hermanos.



jueves, 16 de diciembre de 2010

Amor de cemento

El amor no tiene mente y es ciego.
No entiende que es popa o proa,
no te anuncia la llegada
y su bandera tiene todos los colores,
dejando surcos al pasar.
Te irradia y luego te calcina
para volar,
para soñar con selva de diamantes
mirando el zoológico de detalles,
rompiendo el margen de la razón.

Lo que la mente domina
y los ojos diseñan espejismos,
lo que el corazón puede develar
si va viento a vavor.

Pero ya no importa, eres una muerta en vida.

Sin un remo

La vida está marcada por eventos. Algunos rociados de suerte, otros tantos de infortunio. Eso que deja una marca de enigma en nuestras frentes, sin poder ver de que color es. Eso que llamamos destino. A mi no se en que frasco del destino me metieron, no se si debo permanecer sentado esperando algo, cumpliendo un dogma, no se si debo ir corriendo tras lo que quiero.
Y por cosas de eso que llaman destino, el transcurrir de esos eventos diarios que conforman una vida, mi vida, son recordados según que tan buenos o malos fueron. Es decir, con suerte o sin ella recuerdas el nombre de tu primera novia, tu primer beso, tu primer veinte, tu ingreso a la U. Tu primer sueldo. Tu última caída, tu primer desamor, tu maestra favorita.
Y te preguntas también de manera inevitable porque la gente hace daño. Por qué estamos sujetos a una serie de deformidades que carcomen el alma. Aún cuando haces bien las cosas, es como si la bondad y las virtudes de antaño han colapsado. Y el odio rondando como pandilla de buitres.
Te preguntas también que será de ti mañana, en un año, en cuarenta años.

Y yo he caído en un hueco, de otra dimensión, atrincherado sin poder saber que sucede. Yo no me veo ni en diez años.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Inside

No es publicidad sobre muros
no es de lata descartable
tampoco de arcilla o azúcar
el amor es de palabras hechas
de derrocamiento y aspaviento
y sé que no hay amor de uno sin dos.

El odio pinta de ébano la necesidad
trasnochando y clamando por tregua
la tranquilidad viene con la muerte
el amor con el orgullo
incertidumbre
compromiso
ansiedad
sensatez
dolor
sed

...la soga se rompe del lado más débil.
La mentira.

martes, 14 de diciembre de 2010

El ensayo de una vida perfecta

Miré la ciudad que amo tanto como sus costumbres y su limitada visión úrbica globalizada y siento como que respiro en un campo de rosas. No por su aroma exactamente. El calor de mi ciudad y el  de mi hogar son mi mejor elección para combatir una vieja enfermedad.
Mis descontinuos viajes han hecho que me olvide de algunos retoques en el barrio. Un nuevo hotel en la esquina que diez años atrás hacía las veces de arco donde literalmente rompíamos con la pelota, la madera que componían su entonces viejo portón. La tienda de Don Anibal en la otra esquina, más próxima a mi casa, con los mismos posters y anuncios, pero con golosinas más de época. El asfalto renovado, las fachadas renovadas, los niños, algunos hijos de mis antiguos compañeros de broncas jugando en las veredas.  Eso y el terrible tráfico en la avenida. El óleo de una navidad de otra esquina y de otro mes.
Mi saludo al apuro casi desde lejos a algunos vecinos, cada vez más longevos, distantes y desconocidos. Una calle colorida, pero vacía y sentenciada a la contemplación. Ese vacío que me hace comprender que, nunca me había sentido tan solo  y despreciado como ahora.

El silencio de mi llegada a casa se rompe con los ladridos del fiel Tyson, pero, en cuanto asomó su nariz por la rendija inferior de la puerta y constatar  que el hijo pródigo regresaba a casa, la desesperación en sus quejidos anunciaban tácitamente a mi madre acercarse a la puerta, la llegada de alguien muy querido. Al menos el viejo Tyson evitó que tenga que tocar aquella dura puerta de más de medio siglo.
El fastidioso perro lleno de emoción y sobresalto no me dejaba abrazar a mi madre, en aquel encuentro efusivo y poco común..
­­¿Y ese milagro hijo? Llamas sin avisar... entra, afuera hace mucho frío ...
Me dieron ganas de venir maa, ¿Cómo estás? ¿Me has extrañado? - pregunté...
Claro que si hijo, todos los días y a cada minuto- dijo sutilmente, tocando mi rostro. Le devolví la cortesía con una sonrisa. Me senté y mi madre se dirigió presurosa a la cocina, logré escuchar a la abuela gritar desde el fondo, en su habitación preguntando quien era.
Es Alan mami, ha llegado... dijo mi mamá.
Los ladridos de Tyson continuaban, su rasgueo sobre mi jean y su nariz olfateando mi mochila. Me senté en el sofá y el saltó sobre mi. El espacio entre mis piernas fue ideal para alojarse. No dejaba de pasarme su lengua en mi cuello y mentón, y el rápido movimiento de su cola dejaba escapar su pelaje con un ligero rastro de polvo. El fiel perro que está cerca de cumplir diez años, que en términos humanos implica ser un anciano. Pero se mantiene joven y activo. Salvo por sus dientes cada vez más escasos.
Desde el sofá logro apreciar que, el tiempo también ha consumido las ganas y la premura por maquillar la casa con la idea conceptual típica de estas fechas. El mismo árbol de algunos años atrás, nuevos juegos de luces y algunos muñecos de todos los tamaños. Todo en desorden, lo que significaba que mi hermano era el arquitecto de aquel festín papanuelesco. No metería mis manos en esa obra, debería ser culminada por el mismo.

Me extrañaba no ver a mi abuela salir a saludarme. Bueno, estaba en casa y eso era lo más importante. Entonces pensé en por qué de esa determinación de última hora, por qué negarme a contarles algo que me inquietaba a las dos personas más importantes de mi vida, por qué estaba tan solo y deprimido. Y por qué ese miedo nuevamente a la vida.
Casi sin tardar, al tiempo que me evaluaba a mi mismo, cavilando preguntas sin sentido y conclusiones sin forma, mi rostro formaba un signo de derrota y aflicción. Mi nariz humedeció y también mis ojos. Tyson no deja de mirar, atento al desenvolvimiento de mi cuerpo y mis gestos. Entendía perfectamente lo que me sucedía. EL tibio movimiento en vaivén de su rabo y la posición de costado de su peludo rostro lo afirmaban.
Hay hijo, ojalá pudieras abrazarme ahora mismo, pero por lo menos estás conmigo, sabes que me siento solo, por eso estás aquí ¿cierto?recuerdo decirle muy, muy bajito para no ser escuchado por nadie más, excepto el. Me corresponde con un pequeño ladrido y sus enormes ojos redondos fijos en el ir y venir de mis lágrimas, consolándome con un suave reposo de su mentón sobre mi abdomen.
La atención puesta en el noble tyson hizo que no sintiera a mi abuela tras de mi. Y yo continuaba expresando algunas otras frases más, llorando por tanto acumulado, presa de la pena y la resignación a la vez. Mi perro me ayudó a notar esa presencia, al girar su carita de mi y remover otra vez su cola.
Hijito... Yo estoy vieja, algún día me moriré, pero aún así nunca dejaré de estar contigo. No estás solo, yo te amo, tu mamá tu hermano,  y me duele todo lo que te pasa, pero es parte de la vida y debes ser fuerte y levantarte... Era la voz de mi abuela, como susurro de ángel en mi oído.
Al decirme eso, me sentí incapaz de responder y de mirar. No quería que me vea derrumbado y lloroso. Atiné solo a poner mi mano sobre mi hombro, dejando que lo tome y acaricie. Y caí en el llanto irreconcilliable y a la vez apaciguador. Mordiéndome los labios, conteniendo la respiración, evitando salir los espasmos y los chillidos. Para que no me vea.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Dicen que hierba mala...

La sensación de calma regresa a mi, como el oleaje, como el viento. El miedo no se disipa, pero se redibuja, el oleo chorreado se expande y endura como la cera, pero se deja hundir. El miedo que me enfermó termina siendo mi escudo. El valor moteado a partir de la insurrección y la sensación de mentira en lágrimas con sabor a moco y hedor de batalla. Soledad de ropero, soledad de bus, soledad de callejón.
Del antiguo pavor a la sangre a la claustrofobia, de un miedo a otro. Del amor a ojos cerrados a la aversión a la sociedad. La desconfianza en mi mismo y el odio a una vida cargada de cobre y aserrín. Bañando mi procesión de espinas.
El premio puesto en la fe que no se pierde, cuando medio mundo te da la espalda, cuando nadie sabe de ti, cuando te patean en la cara, aún cuando suplicas, aún cuando lloras, aún cuando padeces.
Cuando ese odio ensordecedor de quienes dicen amar alimenta el odio a las posibilidades que insitan  las falsas verdades.
Esa vida que a partir de ahora valoraré más que mis ideales de inquisición forjados de ecuaciones de segunda oportunidad y votos de confianza.
Gracias Dios.

sábado, 11 de diciembre de 2010

En voz alta

Si pudieras verme, podrías escucharme. Sueles leerme con sólo mirarme, puedes deshojarme al verme llorar sin tocarme, sin aconsejar. Mirando de cerca para reponerme con tu suspiro.
Todos los días pensando en lo ingrato que he sido, en lo poco que he dado y lo mucho que exijo. Esperas aguardando, en bajo perfil. Siempre vas a abrirme la puerta cuando llego tarde de la calle. Asistes mis pasos cuando me emborracho. Me llevas a la cama y me ayudas a vestirme. Y aunque totalmente echado a la suerte del alcohol siempre siento tus besos al despedirte y apagar la luz. Escuchando como cierras la puerta y te vas en cunclías.

Las alegrías de la infancia, las fotos de tu pequeño "choclito colorado", recibiendo diplomas año tras año quedaron en fotos; los continuos fracasos, las cosas a medias, las promesas en el inodoro. Constantes en mi vida.
Se me hace un nudo en la epiglotis y el rostro se me adormece cuando trato de decirte lo demasiado que te amo. Pero al mirarte correspondo cada esfuerzo y cada lágrima. Al mirarte sabes que lo que yo puedo decir es poco en relación a lo que puedo dar. A eso que cultivé de ti, a amar sin objetar.
No aprendí a cocinar ni a lavar. No te dí nietos, casa nueva o título. Y aún así amas sin esperar nada a cambio.  

Te veo de la oscuridad orando con una devoción única. No lo haces en silencio, pegas tus manos cierras tus ojos y pides por mi y por todos, pero nunca por ti. Me duele saber que no he aprendido eso de ti.

Me siento solo. Quiero sentir ahora mismo tus viejas manos con venas sobrexpuestas drenando mi corazón. Esos surcos de las arrugas y las lineas de la vida de tus manos sobre mi rostro. Y mirar de reojo como eximes mis pecados y absorbes mis culpas. Con las lágrimas a borde, retando la pasividad. 
Soy un mal hijo vieja, soy un mal hombre y un mal prospecto. Y me siento pesado del corazón, del alma, del amor que rebasa mi ser y escapa de mi.

Llévame de la mano a la escuela nuevamente vieja, levántame en tus brazos para no estropear las zapatillas con el lodo. Jálame de las orejas y dame un beso de despedida. En la puerta de mi cielo.
No puedo más.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Título en blanco

Año y medio asistido solo por la soledad y los cinco metros cuadrados de una habitación vivificante. Toda una década rebobinando un disco duro lleno de baches y sobresaltos.
La soledad delineando una nueva forma, la supervivencia asomando y curando heridas de carne cruda. Los fotogramas de los fracasos de antaño, sobrepuestos en papel translúcido y remojados en tangentes de mierda y lodo. El duro trabajo de la mente en complicidad con la costumbre, el relevo de uno por otro.

¿Acaso se puede amar más de una vez? ¿Por qué duele tanto ese maldito sentimiento? Preguntas que desdibujan mis tripas y me llenan de furia. El porvenir dantesco y la esperanza metida bajo mis axilas. En que momento se me ocurrió salir de mi reclusión!
Una década de ensayos, golpes, rebrotes y resurgimientos. El miedo escapándose por la rendijas de la ventanilla, cuatro letras que  se deforman ante una nueva ilusión y la fácil entrega.
El amor cosquilleando una vez más. Año y medio lavando el piso sucio. Esperando. Y un mes para sufrir por toda una década. Viendo al mundo normal huyendo de mí.

Lunes, Martes...  días de mierda, mierda y mierda. Estoy hasta el hartamiento de mi mismo.
Las pasarelas de las mentiras y las excusas, la sensatez echada por la proa y los besos remojados de ají.
Promesas que se cumplen a partir de otras que se rompen.
La incertidumbre detrás de la palabra cuando la impotencia hace gala de peste de ratas. Nunca es suficiente.
¿Si no existe la perfección, por qué la buscas? De entre el polvo de pirámides, por debajo de la piel, con la boca cerrada.
¿Qué quieres de mi? ¿Que guarde silencio y me coma mis peros? ¿Que espere eternamente al costado de un agujero negro supermasivo?
 
Te he dado todo pidiendo poco. Mis despojos son míos, mis mierdas, mi rebelión. Son mías. Hasta mi psicopatía entreverada a mi vástago aneurisma. La deformación de mi personalidad, y la estupidéz que hace lo ordinario cotidiano. Así soy yo.
El sorteo de veinte lágrimas por cuatro sonrisas.
Yo no resurjo de cenizas; apenas y se caminar, tampoco llevo oculta mi procesión. Yo digo, lloro, pataleo.
Soy un comediante bajo un antifaz blanco. Y ahora me rio de mi mismo, de lo idiota que soy.
Te he dado todo en casi nada y no lo has notado.
Eso que yo doy sin austeridad, que  los cobardes llaman posibilidad y yo le llamo Amor.
Y no lo has tomado.

Muerte súbita, tambores y telón!

jueves, 9 de diciembre de 2010

Mundo Ausente 9

Creí que ir pensando en cosas que tenía pendientes por hacer y sus probables soluciones haría que el tiempo a transcurrir entre mi andar y mi distante destino haría el viaje algo menos tedioso. Pensaba en lo mucho que le debo a la vida y lo mal que he correspondido a quienes me quieren, en miles de cosas como esas y que en lugar de animarme me acongojaban aún más. Caminaba ligero sosteniendo en mi espalda la ligera mochila y llevando en mi mano una botella de agua y un bastón de palo para apoyarme en ciertos tramos donde la ruta parecía un pasaje de azufre y roca caliza.
Pensé en lo que había ganado de todo aquel peregrinaje, insólito pero fructífero. En los personajes de aquella serie de ficción y en las paradojas de la vida. En los términos que me eran muy familiares: supervivencia y fe. Me preguntaba, por que nunca me atrevo a hablar con mamá sobre la historia de mi padre, por qué no tengo el temple para ver sus fotos y saber como es. Y como ese dolor y orgullo alimentaron mi ser, día tras día. Pensé por último en mi abuela, en el eterno amor hacia ella y la impotencia de saber que el tiempo hace mella con cada uno de nosotros.
En veinte minutos llegué a un cruce en la cumbre de un cerro, desde el cual se apreciaba un paisaje terriblemente hermoso, del cual ya me había habituado. Avisoraba desde aquella prodigiosa posición la eternidad de la sierra, herencia de nuestros orígenes. De la majestuosidad de un mundo que fue aplastado por la selva de cemento habitada por zombies paticojos. De las vacas a las conservas, de la sangre al mestizaje. 
Me senté no por cansancio, pero si para recordar las palabras del joven que me aconsejó como no  perderme. No lo estaba pero si no tomaba la decisión correcta, pronto lo estaría, al norte un caserío, del oeste aparentemente nada, y del otro lado la confluencia del enorme rió y las decenas de acequias desembocando en él. Desde el cómodo peñasco donde yacía sentado pude ver la silueta de un joven, con una enorme mochila, llevando en su costado a modo de apoyo, una bicicleta empolvada. Se acercó a mí y me saludó con un hola, se le notaba imponente y seguro de sí.
¿Estás perdido?— me preguntó, y antes de que respondiera prosiguió...
No te recomiendo quedarte mucho tiempo sentado, si quieres ir al caserío de allá, debes aprovechar de las horas de sol que restan antes que la lluvia te haga añicos— me dijo con un tono algo cansino, por su aparente tragín, al parecer mayor que el mío. 
Su aspecto no me otorgaba confianza, el cabello largo arrastazado, envuelto en tierra producto del desaseo previsible, quizás de muchos días, una bermuda larga, un polo bombacho y la piel totalmente bronceada, la barba mal crecida y las zapatillas atadas con furia y apuro. Se sentó cerca de mi.

Tienes razón, debo apurarme— le dije, con algo de retardo.
Tomate tu tiempo igual, de todos modos no te perderás, ¿qué haces por acá?— me dijo.
Vine por un trabajo de la empresa donde laboro, y bueno ante la distancia y la inclemencia del lugar nos vemos obligados a hacer campamento hasta que acabemos, nos separamos en grupos y mi compañero y yo nos perdimos un par de kilómetros atrás y decidimos desagruparnos para que el retorne a Uyurpampa y yo vaya a conversar unos temas para el empadronamiento de mañana con la gente del otro caserío. Después de eso, no se que haré aseveré con algo de gracia, con lo cual logré también que el ria. 
Bueno, chamba es chamba causa, sabes yo no quisiera irme de este lugar, vine por deporte down hill, no se si escuchaste, vine con unos amigos, la pasamos bien hasta que en un momento me harte de ciertas cosas y discutimos, ellos regresaron a Chiclayo y yo continúo divagando por estos lares, y creeme es de lo mejor que me ha pasado...
Ahora veo porque llevas tu bicicleta, el deporte de aventura es común por acá pero conlleva sus peligros, yo soy un maricón para esas cosas. Bueno yo me la he pasado quejándome de este lugar pero a punta de golpes he aprendido muchas otras también, y sin dudas han repercutido en mi...
Me miró desde donde estaba, directo a los ojos. Lo que a continuación me diría serían palabras forjadas desde las entrañas:
Te diré algo. Esta vida no es la que llevamos, este mundo no es el universo. Cada uno de nosotros tiene una vida como individuo y un mundo para si, y la confluencia de nuestras vidas y nuestros mundos conforman lo que llamamos el mundo. De allí nace el amor y los demás valores. Aunque nuestro origen es aún materia de discusión que no amerita ser mencionada ahora mismo, debes entender que cada persona deja algo en nuestras vidas, tu jefe, tu compañero, quizás yo. Todos. Pero esta gente es esencia pura, estas personas todavía conservan ese matiz perdido por la modernidad, el afán curioso pero desinteresado, la ingenuidad e incluso la desconfianza producto del arrebato que nosotros mismos hicimos sobre nosotros mismos. Es irónico pero les hemos dado el espaldarazo y sin embargo, ellos siempre te sonríen, extendiéndote la mano, dándote un queso o un vaso de agua. Les quitan sus tierras, les quitan su idioma, les quitan su honra, y siempre miran sin decir nada, con dignidad y fe. Si sigo aquí es porque de alguna forma sin esperar nada a cambio, me reconforta saber que no soy parte de esa incalculable mayoría enclenque, y aunque no ayudo mucho, almenos...
Recuerdo haber bajado la mirada lentamente con resignación y vergüenza incuestionable. Aquel joven al que aún no le preguntaba su nombre, tenía voz de mesías y mirada rehabilitadora. La vida nos había separado una entrevista y aunque comprendí todo lo que dijo,  inevitablemte le hice una pregunta que no venía, pero que debía:
¿Hasta cuando piensas quedarte?— sintiéndome un tonto tras decirlo. Retomé mi mirada en el. 
No lo se, eso es algo que no puedo responder—me dijo al tiempo que se ponía de pie.  
No me has dado tu nombre, yo soy Alan— le iba diciendo, poniéndome también de pie.
Que tonto, discúlpame, Alan yo soy Tomás, pero mis amigos me dicen Tom...
Tom parecía llevar en su sangre el legado de Luther King, Lennon y Ernesto Guevara. El afán e revolución y justicia ardía en sus ojos, el amor a la naturaleza brotaba de su ser y sus palabras remobían cualquier cimiento nazi. Noté que era más bajo que yo y le calculé 26 años, yo entonces tenía 21. 
Debes continuar sin titubeos Alan, y recuerda que esta vida es una tela de humo, que no importa lo que los demás hagan, sinó lo que tu buscas y quieres. Y si encuentras quieres. Preguntate sin responderte, camina sin saber donde, duerme sin cerrar tus ojos, pero incluso ante esas ironías nunca pierdas la fe en ti mismo— fue lo último que sabiamente me dijo aquel heredero de Dios.
No atinamos a preguntarnos mas sobre nosotros, ni procedencias, ni destinos, ni apellidos ni nada. Era como una estancia para beber agua y continuar. Quizás no se llevó mucho de mi, pero lo que el transmitió para mi lo llevaría en mi mochila hasta mis días. Me dio la mano, me sonrió cálidamente y prosiguió su camino por el cual yo había venido. Dejándome la senda limpia y alma sin llanto. Lo contemplé desde mi lugar hasta verlo desaparecer por la niebla y el culebreo de la ruta. 
Ya no importaba ir o venir, llegar al caserío, acabar el trabajo, Tom me hizo ver el futuro en sus puños y en sus ojos. Ha entender el sentido de la vida.
Aquel día nació lo que en siglas he llamado Mr.D.
    

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Mundo Ausente 8

Materia de discusión, Lucho y yo entendimos que era necesario hacer escala, alimentarse y del breve descanso retomar fuerzas y continuar el camino por distintas vías. Las radios llegaron a su tope de batería sin haberlo notado antes y aunque era bastante temprano, la inclemencia del clima aquel nos quitaba el mínimo de confianza.
Cerramos las puertas del vehículo con sigilo, para evitar las molestias de los lugareños expectantes al desenlace. Poco a poco fueron ingresando a sus moradas quedándose con nosotros el joven que previamente nos invitó a comer en su casa y su padre. 
Armé mi mochila con lo que creí sería material indispensable para mi eventual aventura semiespacial. Lucho ya conocía su camino de regreso y se limitó a tomar algunas botellas de agua y los radios metidos en su bolsa con sus respectivas baterías entre otras utilidades. Avanzamos presurosos para alcanzar el paso de nuestros nuevos serviciales aliados. A golpe de las 2 de la tarde el llegar a mi nuevo destino me llevaría un par de horas a pie, casi el mismo tiempo que a Lucho ir a Uyurpampa. La preocupación estaba puesta en evitar que la noche haga presa a través de las lluvias o la polvadera al auto.
Entramos. Un corral como todos los demás de la zona, muchos animales dispersos, de todos los tamaños y razas: gallinas, ovejas y patrulleros. Así le llaman en la sierra de allá a los cerditos pequeños. Parecía un ambiente festivo el de ese corral, y el bullicio ni que decir. Los ambientes de la casa, que se veían antes de entrar, eran pequeños, hechos de palo, barro y adobe. Pasamos y nos sentamos. A Lucho, el che, le costó mucho trabajo, es bastante más alto y fornido que yo y teníamos que acomodarnos en unas improvisadas bancas que no eran mas que troncos de árboles medianos y forrados con cuero de vaca. Hasta entonces la única casa que conocíamos era la de Don Eleuterio, sin dudas, de las mejores infraestructuras en todo el caserío. Y aquella casa del amable joven era sin dudas fiel a la realidad de aquel semiencantado lugar, ambientes pequeños, rústicos y herméticos.
"Pasen a la mesa para comer algo" se oyó desde la parte trasera, que parecía ser la alcoba, separado por un muro celeste de celofán. Hicimos caso sin responder, tomamos asiento, en una igual de humilde mesa de madera rodeada de troncos a manera de banquetas. Rápidamente salio el joven, vistiendo modernamente unas zapatillas blancas, limpias, llevaba aún su pollera puesta y el atuendo típico de su lugar, pero noté que se colocó un gorrito blanco que hacía juego con sus zapatillas y también se había lavado las manos y un tanto su rostro. Traía consigo un plato con mote arrebozado con carne y otro plato con queso y cachangas de maiz creo. Las puso encima de la mesa y regresó rápidamente aparentemente  traer algo más, Lucho y yo nos miramos, sin dudas eso no nos llenaría en absoluto, y valgan verdades, lucía de horror.
"Vayan probando nomás, ahorita voy" se escuchó desde adentro. Traía un par de jarritos con algo caliente y un mantel. Se sentó y  procedimos a comer. El joven volvió a pararse y se retiró del comedor un momento. En tanto yo hacía mi mayor esfuerzo por ingerir ese mote frío y duro y un desabrido queso casi rancio.
"Lucho, está de mierda esta comida, puta madre el agüita está mas rica..." dije con un tono asqueado sin notar que el muchacho alcanzó a escucharme, lo supe cuando ingresó dejando caer su mirada de nosotros, disimulando. Me sentí una mierda, no tuve el tacto ni el tono para hablar de eso en otro momento y forma. Solo se me ocurría salir de ese lugar.
Nos quedamos en silencio, era raro que ni el mismo Lucho dijera algo por lo menos para apaciguar el mal rato, el desliz aquel. El muchacho era tan noble y sencillo que aparentemente olvidó lo sucedido y entabló conversación con nosotros casi a punto de acabar la comida, nos preguntó que hacíamos en ese lugar, por qué elegimos la peor época del año para trabajar y si era la primera vez que íbamos, entre otras preguntas, a las cuales respondíamos de forma breve y aligerada. Sin dudas, queríamos abandonar el lugar tan pronto como fuese. Terminamos y agradecimos el joven que se llamaba Rogelio, nos acompañó mientras nos hacía indicaciones, sobretodo a mi, de como llegar y no perderme, incluso diciéndome que tranquilamente podía cubrir la ruta en una hora. No se si para dar aliento o por exageración, pero terminó alentándome esa aseveración.
Nos paramos a lado de la camioneta ultimamos algunas cosas más y partimos. Nos despedimos de Rogelio, totalmente avergonzados, pero el joven sin el mínimo resentimiento nos deseo suerte. A pesar de las limitaciones se le veía instruido e impresionantemente gentil.
Veía a mi compañero alejarse, la gente meterse en sus casas y yo avanzando rápidamente, acomodando el peso de mi mochila y mirando el panorama, buscando algún detalle escondido, de ese crucigrama de casuchas y quebradas, con la vergüenza todavía pegada como calcamonía en mi cara.
"Soy un imbécil, como no me dí cuenta..." me decía...

martes, 7 de diciembre de 2010

Navidad, negra navidad

"Para mí la Navidad dejó de ser de oropel y de abrir regalos, a partir de hoy comenzó a formarse de recuerdos. Al principio fue decepcionante, hasta que aprendí que la memoria era una forma de aferrarse a las cosas que se aman, a las cosas que uno desea nunca perder.  En un mundo que cambia demasiado rápido lo mejor que podemos hacer los unos a los otros es desearnos feliz navidad y buena suerte".

Con una frase como la anterior trato en realidad de envolver un sentimiento perdido. A pasado mucho desde que disfruté una verdadera "feliz navidad" y mucho más tiempo para recordar cuando tuve "buena suerte". La palabra feliz es tan compleja y amorfa como la del amor, y esperar tener suerte es como pretender dormir despierto.
Recordé entonces aquella navidad de 1997. Una de las últimas con el abuelo al cual odio decir abuelo, prefiero decirle como antes, papi. Un árbol a medio armar, sin regalos, con 4 bombas viejas y escarcha mal esparcida. La teve descompuesta y un abuelo de mal humor.
De rodillas cerca al árbol. mi hermano y yo tratábamos  de simular ser unos expertos electricistas manipulando el juego de luces, echándolo a perder por nuestra travesura. La granputeada característica del viejo no se hizo esperar y las palabras de mamá alcahueteando la diablura aquella.

Las navidades previas eran de tristeza y parquedad. Y aunque esta no sería distinta, un sentimiento de esperanza nos embargaba, como vislumbrando tiempos mejores, que en aquel año parecían quiméricos. Años terribles que parecían interminables e injustos. La enfermedad del abuelo lo había entorpecido tanto, al punto de depender de mi hermano o de mí para apoyarse mientras caminaba, negándose a usar un bastón. Aquel viejo que en sus años buenos era capaz de levantar en peso de sus cuatro hijos en sus brazos, y que reía todo el tiempo, era ahora, el remedo de su sombra gracias a una enfermedad desleal. Su apego a Manuel, mi hermano menor era evidente, su mayor predisposición al juego y su curiosidad por las historias del viejo eran el aliciente de vida que necesitaba el viejo patriarca.
Sentado en la vieja silla al costado de la mesa, con un codo inclinado en ella y el otro brazo rascándose la cabeza con cabellos cada vez más escasos, su mirada divariaba entre las luces en el árbol y mi hermano saliendo correr de la escena. Desde el sofá, lo miraba con recato, buscando información que no me daría. Movió la cabeza y se puso de pie lentamente, los metatarsos le sonaban y su incomodidad se notaba en su recortada respiración. No se por qué abandoné la sala, jale la puerta a medio abrir y seguí el sonido de los cuetes allá afuera, las risas de los otros pubertos, la alegría de la navidad en la calle. Quizás salí por temor a un grito de los ya comunes de mi abuelo, quizás para no ver como se molestaba reparando las luces. Me mantuve pegado en la puerta sin salir del todo como queriendo escuchar que hacía el abuelo, guiándome por el ajetreo de sus pies y el sonar de los huesos. Luego escuché el desahogo del sillón y los pasos desde la cocina de mi abuela acercándose. Me atreví a salir y llamé a mi hermano que jugaba con otros niños de su edad. Esa amplia calle yacía llena de humo casi asfixiante y repleta de gente en sus puertas y jardines. No faltaban ni diez minutos para conmemorar una tradicional festividad que supone llenar de alegría los corazones, delineando falsas sonrisas de espejos cosidos con algodón.

Mi madre inrrumpió mi tímida reflexión, iba apurada con una fuente en sus manos y algo que parecía ser pavo, o quizás lechón. Ella aún no se había cambiado la ropa sucia que traía puesta, pero parecía no importarle, yo no recuerdo que es lo que llevaba puesto pero intuyo que no era nuevo, y seguramente lo mismo sucedía con mi hermanito. Al abrir la puerta para que entre mi mamá noté que mi abuelo abrazaba fuertemente a mi abuela, conteniendo entre sus enormes lentes y sus duras barbas unas lágrimas que se negaban a salir. Traté de disimular el cuadro dejando entrar a mamá y cerrando la puerta, pero mi hermano entró corriendo también y no me quedó más que ingresar y cerrar del todo la puerta. Un llamado familiar implícito para una reunión que aunque incompleta, no se realizaba desde hace algunos años.
Nos sentamos alrededor tratando de formar una rueda que no pudo completarse por la disposición de los muebles y la pequeñez de la sala. Por el semblante producto de la escena de hace poco, ni mi abuelo ni mi abuela tomarían la palabra previo al momento del abrazo de tradición navideña, menos mi hermano. Mi mamá me miró con dulzura dando lugar a que yo asuma esa responsabilidad, me sentía nervioso. Mi abuela tiene la capacidad de hacerme llorar si la veía hacerlo, y esa noche me costo mucho contener esa emoción. Pero lo hice.
Tomados de las manos buscaba la forma de hacer un discurso retórico, uno que diga mucho sin decir casi nada. Apenas y recuerdo que fue lo que hablé, pero fue breve, nos mantuvimos en esa posición algunos minutos en tanto la emisora radial anunciaba de forma regresiva los segundos que faltaban para aquel esperanzador abrazo de paz. Y lo hicimos todos juntos como una familia con poco o nada, en silencio y con lágrimas a borde, pero aguardando un mejor mañana. Apretando los puños y los párpados, mirando desde adentro el cielo gris.

Ojalá todas las navidades fueran felices viejo!

sábado, 4 de diciembre de 2010

going!

Me hundiré como peón salino,
por entre el reflejo de la luna,
en la seda de tu piel
que alega la apología
...
La brisa enfilando mis poros,
sentado en un mapa de languidez.
Mi ordinario sudor secando tu bravedad,
la inmunidad de una vida gateando,
Del sucio boulevart de maniquíes
y la llaves que tiraste ayer,
cuando el agua en cuatro palabras se hace amor
...

viernes, 3 de diciembre de 2010

Mr.D Blogs Awards 2010- Deluxe

Hoy conmemoro la edición de mi post número 100. Y no quiero a que se termine diciembre para rendirle culto a los blogs que este año han destacado por su estilo y su forma. Mi gusto es muy hetéreo pero que quizás compartamos. No tengo nada para darles, ni medallitas ni diplomas digitales, tampoco rosas o chocolates, solo mi humilde mención y mi constante lectura.

Premio "Beanstalk" (ascenso al cielo): http://claudia-villarreal.blogspot.com/
El mal diseño, desorden y orientación anticonceptual, son factor común entre las decenas de blogs que visito. Estos en su mayoría, poseen cientos de seguidores, y la verdad no entiendo el por qué. Es entonces que, en ese fisgonéo meses atrás, me dí con esta grata sorpresa.  
Claudia Villarreal es Colombiana, y me puedo dar el gusto de decir que fui uno de los primeros en seguirla y aposteriori, recomendar abiertamente, este blog lleva su homónimo por título.
Apenas tiene 8 ilustres seguidores pero no tengo dudas que se trata de uno de las mejores bitácoras entre las decenas que he leído.
La princesa Toadstool nos permite trepar al cielo y coger miles de estrellas y monedas.

Premio "Fire Flower" (flor de fuego): http://avendiego.blogspot.com/
Parte de mi estilo parte de acá. Diego Avendaño nos entrega un blog en el cual no nos dice como caminar sobre el océano o como vivir con alas. El es claro y directo sin dejar el cachondeo de lado. Finalmente la sociedad es un remedo de comedia barata, y el lo entiende así.

Premio "Fungus life" (hongo de vida): http://hawk500.blogspot.com/
Meses atrás, en Agosto, días después del famoso encuentro de bloggeros "blogday" hice un breve recuento de blogs que llamaron enteramente mi atención. Y este blog ocupo el primer lugar. Y desde allí no he dejado de leerla a diario y ella a mi (creo).
Lo bueno no es sabido ni reconocido a tiempo, dicen. Y como todo buen blog, los seguidores en masa le son esquivos. Como materia underground.
Marité nos transporta a un mundo nirvánico, donde la esperanza y las ganas de sobrevivir superan las barreras del agovio por la pérdida de tu ser más amado, y la convivencia con una sociedad que duerme boca abajo.
Leerla es como sentarse frente a la playa de noche y recibir un hongo de vida.

Premio "Red Mushroom" (hongo de crecimiento): 
Bren camina por el mundo buscando preguntas para sus respuestas.
Su forma de ver las cosas, sus ganas de vida a través de un vaso de agua y un cigarro no deforman la realidad por solo pensarla. Y una constante lectura que hemos llevado como una progresiva amistad.

Premio "Cape Feather" (pluma voladora): http://yoquierosersanto.blogspot.com/ 
Creo que es lo mas parecido a mi. Aunque menos tétrico y punzante, Miguel Rodriguez nos deja un blog de lectura obligatoria. Sus relatos llaman a la cotidianidad pero de forma atrayente, queriendo leerlo dos o tres veces más . Termina siendo un caricaturista de la vida, de las ánimas entre las mentes, del día a día, del tu a tu.
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Y mientras yo me la paso nominando blogs, algunos de ellos amigos (por lo cual no espero una devolución a la mención y tampoco duden de la parcialidad de este listado) quería cerrar este breve recuento pidiendo disculpas a Mario Bros por parodiar en este blog awards 2010 con los personajes de Mario Overworld.

Espero les haya gustado. Hasta una próxima.


jueves, 2 de diciembre de 2010

Mundo ausente VII

La polvadera moteando nuestros cansinos rostros y la fría mañana. Lucho en el volante con la ventana a medio abrir y casi alejándose de Don Pedro, que nos rutéa con su dedo hacia el norte mientras avanza tranquílamente por la dirección por la que aparecimos hace rato. Al parecer una vieja senda, de época de incanato.
Parecía escuchar delante mío a Lucho susurrar entre su epiglotis, como que si el miedo lo abordara desde sus talones. Y creo que yo estaba peor. Conducir por entre peñascos y trochas de metro y medio de ancho era una tarea harto complicada. Pero las alternativas se agotaron.
Una cosa es "tirar caña" en una urbe y otra muy diferente es hacerlo en esta circunstancias. Trataríamos de ir bastante lento llevando comunicación constante con la otra brigada y con José desde el local comunal con los radios encendidos y los ojos bien abiertos y aunque era bastante temprano, la idea es ganarle a la noche, y descansar temprano, evitando ser asaltado por la lluvia y otras eventualidades a las cuales apenas estábamos entendiendo. Una 4x4 enorme y bien dotada, incluso con botellas de agua en su interior, pero con el aire acondicionado averiado- lo cual no era prescindible.
La trocha tenía abundante romero y uña de gato, distinguiéndose de entre la malesa y la hierba mala. Las doncellas Incahuasinas haciendo gala de su enormes y coloridas polleras saludándonos en cunclías, lavando sus ropajes y cuidando sus animales, los toretes transitando la ruta, graduando nuestro paso y un tímido sol, como queriendo y no queriendo salir.
Los ropajes tradicionales fruto de una historia prehispánica llena de costumbrismo y esplendor. Hermosos telares con diseños geométricos, hechos a mano o a pedal, con una gama de colores que van desde el rojo o naranja hasta el negro nebloso. Exhibidos con total propiedad y orgullo, ese que en nuestra costa parece estar ausente.
Hay tanto de que distraerse, los comuneros por el costado de la senda elaborando adobes de barro y paja, el ganado tragando pasto seco, las gallinas pigmeas correteando en la trocha y las doncellas jugando con sus ropajes. Hasta la fila de carne seca colgada en unas sogas es materia de admiración. El panorama ideal para respirar confianza.

A golpe de mediodía se puede aprovechar en que el frío es muy ligero para avanzar tanto como fuese posible, pero, a ese paso llegaríamos a nuestro punto en 4 horas y no en menos de tres como teníamos pensado. Quizás hubiera sido mejor continuar a pie. Pero lucho, por el espejo retrovisor supuso entender lo que yo pensaba al mirar hacia el timón.
Ni bien lleguemos abajo (al caserio más cercano) preguntamos... que preguntamos, defrente nos jalamos un cholo que tire su caña y lo hacemos conducir, ya le invitamos su gaseosita y listo, se acabó el problema Dijo en tono elevado y presto, el ocurrente Lucho. Sin dudas, una no muy sana reflexión, pero válida. Me dejó pensando.
No creo que los lugareños sean buenos conduciendo, salvo si nos topamos con alguno que haya manejado camiones mínimo, pero, no se, bueno vayamos abajo y allí vemos— le conteste. Eso no era un sí ni un no. O peor que eso.
A través del espejo noté los efectos del habitáculo que nos chuponéo en apenas dos días: los labios cuarteados, secos y grises, la lengua fofa y pálida, el rostro flaco y las mejillas rojas, con los pómulos negros. El fastidio en mi tras ese reflejo era evidente.
Me cago de risa en tu cara, sos un delicado, la puta que te parió Alansisho, jaja— dicho por el che en buena onda, y no le faltaba razón. Y aunque las quejas del inicio fueron disipándose a medida que me familiarizé e identifiqué con el ambiente aquel, corpóreamente no me sentía cómodo, para nada. 
Logramos divisar no muy lejos algunas casuchas conexas y muchos animales dispersos. Necesitaríamos una buena excusa para ganarnos un plato de comida y encontrar algún conductor con un curriculum digno de aprobación sin evaluación, cuando la informalidad nos hace tomar decisiones de vida o muerte.

Estando muy cerca, una mala maniobra de Lucho al momento de virar para estacionar el vehículo hizo que la llanta posterior derecha se pinchará entre carbones punteagudos recientemente usados. El estruendo al reventar fue inmediato, y nuestra cara de "ahora, que hacemos" también. Era lo peor que podía pasarnos, y rogábamos por encontrar un repuesto en la parte posterior.
La tela de ceniza levantándose nos llevo a concluir que se trataba de carbón fresco, mezclado con troncos y piedra.
El sonido hizo salir de sus casas a los lugareños y espantó a los animales más pequeños. Ahora si teníamos una excusa, antes de descender del auto nos colocamos nuestros chalecos y cualquier indumentaria que nos identifiqué y nos encale mejor. 
La conch* ** ***** por qué ******* no me dijiste que estaban esos putos carbones hierbiendo en el poto de la camioneta carajo— me increpó Lucho, muy molesto y hastiado.
Porque tú eres el que conduce so mierda, no yo— le contesté pausadamente mirándolo mientras lo hacía. Caballero Lucho, bajemos y hablemos con alguien de acá. Muéstrate tranquilo— finalizé, tratando de poner paños fríos, por no decir que me sentía resignado a mi suerte.
En cuanto bajamos, me dirijí a buscar la rueda de repuesto, mientras Lucho hacía lo suyo con los pobladores, que rápidamente se acercaron a la zona. No encontré la llanta por ningún lugar y la que acabamos de pinchar estaba totalmente impresentable, quemada y ahuecada. Me acerqué al tumulto.
Nosotros íbamos en dirección norte, teníamos que entablar una reunión y establecer un perímetro de control en las afueras para realizar unas labores a partir de mañana en toda la zona, aprovechando la altitud del caserío. Acá solo quisimos detenernos por algo de agua (agua,sinónimo de comida) y preguntar si conocían algún atajo— era parte del floro de Lucho para buscar una manito de entre los apenas 7 señores que nos escuchaban. 
Lo interrumpí Lo que pasa es  que ahora, con la camioneta averiada y sin repuesto, nos vemos en la obligación de caminar el resto del tramo. Por ello les pido de favor que le den una mirada al auto mientras mi compañero regresa a Uyurpampa a pie, y yo voy al caserío a pie también— finalice, en tanto Lucho me miraba impávido, como no queriendo aceptar la idea de regresar.  
Si, entonces nos encontramos en este punto en dos o tres horas, yo trataré de ver alguien que nos ayude con la llanta y tu avísales a los comuneros lo que previamente ya habíamos conversado...
Pero, quédense a comer papá, después se van— nos dijo amablemente uno de los comuneros más jóvenes, que me recordaba a José.
Bueno, si no es mucha molestia...— recuerdo haber dicho, en tono bastante bajo.   
Arrimen un poco el carro, déjenlo nomás, acá estará cuando se regresen. Vayan a comer— dijo el que parecía ser el padre del joven que nos invitó a comer. Agradecimos mientras sacábamos algunas cosas del auto y ultimábamos algunos detalles. El resto lo coordinaríamos por radio.  


miércoles, 1 de diciembre de 2010

Ruido posterior

Día lacrimoso, basura vestida en esmoquin de polietileno,
suelas semi abiertas, agujetas sin atar,
gafas empañadas, nubes polífemas.
Punteas con tu viejo zapato la botella de hace rato,
...el eructo de tu sombra.
Mugre camuflada en papadeos retóricos,
te vas quedando sin alas calibre amor...
De pronto dices "¿ellos pueden y por qué yo no?"
el chicle pegado en tus premolares
apesta a ti, apesta a jungla y remolacha.
Y el navegar sin fin
de preguntas sin acento...
Deberías decirte "¿por qué esta vida es una mierda?"
... y no responderte jamás.