miércoles, 12 de enero de 2011

Matiné tropical

Tenía once cuando mi madre me llevó por primera vez al cine. Recuerdo el tránsito de incertidumbre divagar por mi mente cuando me lo dijo mientras veía por teve un anime que aparentemente era Mazinger Z. No le hice caso, así que se acercó a mi, me tomó del brazo y me dijo:

Vamos hijo, está baratito... verás las imágenes bien grandes, te gustará...
Ay mami, todavía no acaba— le dije, abordando su invitación. Por supuesto mi madre no dejaría de insistir... continué en el piso observando esos dibujitos robóticos, que curiosamente hasta hoy me gustan. Deliberaba silenciosamente en si debía ir o no pero sobretodo, qué era exactamente el cine y que implicaba ir o no ir. Siempre permanecía cerca al televisor, tanto como pudiese. No se tenía el lujo de contar con mandos a distancia en esos años y las imágenes emitidas no provenían de una señal abierta y menos en alta definición. Todo a golpe de muñeca y muchas tostadas con mantequilla.

Bueno, entonces te iras castigado y no verás televisión hasta mañana— prosiguió mi madre, al tanto avanzaba hacia la cocina, como para dejarme pensando. Naturalmente así lo hice. 
Maam... ¿Qué  ropa me pongo?acoté, poniéndome en pie lentamente.
Tu overol nuevo y el polo rojo. No te demores.

La primera idea que me generaba el cine en ese entonces -de poca difusión pública- era la de mucha gente saliendo de un mini teatro con pop corn en sus manos y los ojos enrojecitos. No tardaría en afirmar luego, lo que avizaroba ser un tonto cliché. Pero era innegable que sentía un escozor en mi piel, propia de las primeras veces. Lo más cercano a mi experiencia con el cine eran las viejas películas semidocumentales de los setentas que traía el abuelo luego de sus extensos viajes o los videos en VHS que compraba mi madre para entretenerme durante mis vacaciones. Eso y los talleres de teatro de la escuela. 


Salimos de casa mi madre y yo no sin antes apagar el TV. Era de día recuerdo, una función matinal y más aún, que me alejara de uno de mis programas favoritos entonces, debería ser algo que valiese la pena. Era un niño revoltoso y bastante engreído. Bueno, quizás aun lo siga siendo.
Llegamos a la plaza principal de la ciudad, donde decenas de viviendas hechas con los años negocios, en su mayoría galerias y restoranes, conservaban su aspecto colonial. Estilo inspirado de viejo retablos con un blanco casi como el marfil cubriendo sus altas fachadas y formas que evocan tiempos criollos. El viejo cine, El Tropical, era en esos años el único en su clase. Solía hacer las veces de teatro, cine y talleres de danza. Había poca gente en sus afueras y al ingresar, enormes carteles adornaban sus paredes. Los estrenos llevaban una iluminación especial y otras que se presentaron meses atrás, aún permanecían pegados, aunque no tan estropeadas como debía suponerse. 
Mi madre fue a boletería y yo esperé, cautivado visualmente, contemplando eso que parecía un palacio. Ahora si podía apreciar algunos niños entrando a las salas, cubiertas por unos telares rojos y una luz emanando de ellas entre la oscuridad. La curiosidad por ver más me llevó casi a la entrada de una de esas salas, apunto de entrar.


Ya tengo las entradas hijos, ven es por acá...
¿Y qué veremos ma?
King Kong hijo me dijo en tanto avanzábamos.
¿King qué? o como fuese, no llamaba para nada mi atención pero me sentía cautivado por lo que mis ojos habían visto hasta allí y no había lugar para pensar que dentro de la sala las cosas no serían igual de interesantes. Mamá me tomó de la mano y entramos, sin hacer cola. Esa función apenas tenía público que se contase con los dedos de las manos.
Recuerdo una enorme sala muy oscura y una enorme escalinata delante mío, la misma que por sus costados tenía accesos a los sillones que hoy son butacas y detrás mio, al ir avanzado podía ver la luz del proyector en parpadeos cónicos que contrastaban en el fondo de la sala donde yacía una enorme pantalla donde podía verse la película que ya había comenzado.
Nos sentamos en casi todo el centro, pero en realidad teníamos toda la fila entera para acomodarnos y aunque muy oscuro, la imagen proyectada hacía las veces de reflector. Nos acomodamos rápidamente y aunque no recuerdo bien si mi madre traía algo para comer y/o beber en ese momento para mi era tan irrelevante como que llevaba puesto y que hora era. Era esa película y yo, ese cubo newtonista y mi nueva percepción visual. La grotesca imagen del enorme simio pisoteando la ciudad y la bella doncella como contraparte, el enorme ruido y la emoción de ese primer y grato momento no se olvidan, aunque pasaran más de quince años. Una curiosa remasterización de la versión original de 1933. Por supuesto esto no lo sabría sino hasta más de una década después.

Me centré tanto en el film que apenas recuerdo a mi madre sentada a lado mío y menos aún, en que momento salimos, sólo se que esa experiencia me indujo a ser un amante del cine, por lo que muestra y hay tras ella. Lo curioso es que esa magia de la primera vez aún vive en mí, cuando asisto a un estreno por mala que fuese la película. El cine ha cambiado, pero no su esencia.

 

4 comentarios:

Bren dijo...

Esos recuerdos de la primera vez de algo que nos marca nunca se olvidan, yo jamas olvidaré a los 6 a los la primera vez que me llevaron al teatro...recuerdo el letrero luminoso afuera, encima fue un musical...no soy cinefila como tu pero si amo el teatro :) y a mi madre por llevarme a el por primera vez...

Hasta en el último rincón dijo...

Qué lindo recuerdo. Se siente cómo está impreso en tu piel cada detalle, cada sonido, cada gesto... me encantaría recordar esa primera vez que fui al cine, pero cuando trato de hacerlo vienen a mi mente miles de películas que creo vi por primera vez, sin llegar a una que me diga "esta fue la primera 100% confirmado". Sin embargo, entiendo la sensación de vivir esa experiencia mágica. La vivo siempre que me meto en el mundo donde todo el posible.
Muy cierta tu frase de cierre. Todo cambia, lo importante es que a pesar de ello, nunca pierda su verdadera esencia.

Hasta en el último rincón dijo...

... creo que mi primera película en el cine fue "El Rey León"... creeeeeo.

Mr.d dijo...

Esa versión de king kong estaba en blanco y negro...y no fue la PELICULA QUE DIGAMOS...pero si la primera. Es curioso, no recuerdo mi primer beso, pero si mi primera película.