jueves, 20 de enero de 2011

Leyenda negra

Leyenda negra

Ha quedado aislado entre su pena y la retícula de su sueño. Chaun Lennox ha convertido su histerismo de antaño en furor y esperpento. Como el tren que ronda la noche, acechando el ruido del pasto con su sigilo, rozando la pureza antes del ocaso. Ya no le quedaba fe en el mundo y sus armas no le servirían para salir airoso de esta guerra de mentiras.
El negro oscuro de la noche y el no perecer en ella eran ahora parte de su nuevo hábitat. Un héroe con sonrisa de medio lado, como satisfecho de su propia mierda evasiva de clichés. Lennox no creía ni en si mismo para comerse la charlatanería que rodeaba la suela de sus zapatos. Para él las reglas democráticas eran como el abono entre la basura. Basura comprando basura. Gente alquilando verdades.Verdades vendiendo dinero.

Sus propios códigos y su palabra eran lo único que lo mantenían en pie. Por no decir sus cojones. El viejo Lennox, sobreviviente de una guerra que él no comenzó, pero que se encargaría de cerrar a golpe limpio de pólvora, al estilo de un viejo western, escarbaba con sus botas -si es que se le puede llamar botas a lo que parece ser un tablero de pruebas de balística por donde salen miles de abejas que husmean entre la pezuña-  por entre los bloques de cemento de lo que fue un día una ciudad emergente, la cúspide de los pecados salitrosos. Esperaría encontrar quizás un billete de lotería, que jamás canjearía, o tal vez un poster de Marilyn Monroe.

El brillo dorado entre los restos desechosos le hicieron creer que se cumplía uno de sus cavilaciones.
Una muñeca se dejaba ver bajo una caja que la mantenían nueva, como una cúpula anti neutrónica. Se quedó quieto, sumido en la cara de cuento de esa muñeca dorada. Inmóvil, símil a la quietud de sus viejos camaradas pisando minas tras escuchar el clic detonante, viendo décadas de fracaso en el breve clic de ese sonido que sería el último de sus pobres vidas.

Las colillas inmersas por entre la punta de su lengua y sus dientes caen por acción de la sorpresa, el alquitrán esparce su sabor a ceniza y resignación que ennegrecen sus recuerdos y su erizada barba blanca de miles de batallas le han dejado dibujado un mapa en su rostro. Lo único blanco en su rostro, sus feas barbas. Ni siquiera sus dientes son blancos.

Se agacha con el único esfuerzo que le permite su vejez para tomar con su manos la muñeca bajo de si, retirando con cuidado el cigarro en el, como levantando un muerto, esos que le eran tarea de todos los días en la guerra. De cuclillas mirando el humeado horizonte toma con cuidado la muñeca, como rescatándola de esa inmundicia.
Esa muñeca le recuerda a la pequeña Jenny. Jenny le dio la paz que jamás encontró, que jamás tuvo. Era su cómplice silenciosa... Era un recuerdo poco ecuánime, el camino de regreso era largo, muy largo.

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2 comentarios:

Hasta en el último rincón dijo...

Ese Lennox me cae bien. Aunque tiene un aire de misterio e intriga, y se parezca un poco a quien escribe por su "loco humor" más no creo que por lo desaliñado, creo que será un gran personaje este año.
Vamos con la Leyenda Negra, con FE!
Welcome back!!!

Bren dijo...

Me imagino su mirada profunda llena de leyendas e historias que contar...bienvenido mr.d :)