jueves, 12 de mayo de 2011

La espera

Siempre hay motivos para romper una promesa, al menos eso creo cuando no estás seguro de porque prometes. Recuerdo esta noche decirme a mi mismo que sería la última en que estaría esperando de brazos cruzados sin hacer nada.

Aunque era muy pequeño para saber que esa sartén ardía en llamas, no era un tonto para saber que debía abandonar la cocina si quería que ese recuerdo sea contado.

Para mamá era mucho más sencillo, blandir la sartén y echarla al costado, directo al lavaplatos. Eso creí hasta que noté que se había quemado la mano.

-¡Anda a la sala hijo, no estés acá! -me dijo, entre la humareda y el olor a fritura, al tiempo que buscaba con desesperación algo similar a un no se que.

De niño solía tener la costumbre de caminar casi sin ser escuchado, una virtud que aún conservo, podía llegar hasta el cuarto de la abuela sin que ella lo notara y asomarme por entre las cortinas para verla rezar con una devoción tal que sentía detenerme en mis intenciones expiatorias. Mamá Carmen hacía eso cada noche en ausencia del viejo, cada noche. Ya habían pasado más de doce semanas sin saber del abuelo. Ese era uno de sus tantos viajes que parecían perpetuos, como el ruido diluyéndose en la oscura espera.

Normalmente mientras la miraba atinaba a girar sobre mis pasos y dejar que el silencio la acompañe pero, esa noche cuando la sartén ardió comprendí que, por niño que fuera podía hacer algo más que solo mirar. Simulé entrar sin saber que había alguien en la habitación y ella trató como pudo de encubrir esas lágrimas sostenidas de una pestaña y llevar bajo su blusa el rosario que envolvía su húmeda mano. Hice un ruido con mis pies para anunciar mi presencia y me acerqué lentamente evitando mirarla directamente para que no se sienta asediada.

Nos quedamos sentados, acompañando al silencio, a tientas, mirando por la abertura del tragaluz el escaso brillo lunar.

La luna esa noche me prometió no ocultarse bajo las grises nubes. Nunca más.

3 comentarios:

Hasta en el último rincón dijo...

ME ENCANTÓ!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Viajé hasta allá sin siquiera saber exactamente en qué lugar te encontrabas. Tengo aun la imagen de los dos sentados unos al lado del otro simplemente esperando. Tal vez esperando incluso la nada.

Sergio dijo...

¿eres el mismo creador de Lo bueno y lo malo del cine? Me he pasado por allí y me han gustado tus textos sobre las películas, tienes cuenta en Twitter?

Mr.d dijo...

Si, aunque ultimamente no he posteado en el blog de cine...
Solo tengo cuenta de facebook Sergio, de paso, gracias por la visita!