jueves, 14 de julio de 2011

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 (De "Leyenda Negra" página 11)

Jenny se aleja de su memoria y las piernas del viejo ex mercenario se retuercen en cada zanja de la carretera. El auto robado es inservible y la navaja sin filo imposibilitan su deseo de venganza. Se detiene en medio de la nada, bajo la tensa, fría y difusa neblina que lo insta a morderse la lengua.
Calmo pero arqueando sus cejas, Chaun supone que su mirada paralela al mundo deforma la mentira que lo rodea. Es así, aunque nadie lo admita es así.
De un tiempo a otro se vanagloria como si coger una pluma bastara para encajonar la realidad dentro de un sucio diario o desenvainar un puñal, el rótulo de libertad. Irónicamente sabe que la agónica libertad se parece más a un grito de histeria.
Su presunción atemporal divaga cada vez que delibera solo, caminando lento cual orate de boulevart. Estar solo sin un afín por remoto que sea, era lo mismo que estar igual de loco. El mismo semáforo esquinado tiene más valía que un neutro y petrificado observador.

Ahora estaba peor que nunca. Un capítulo sin título, una mañana sin sol y el titubeante pie derecho sesgado, enterrado en la duda. Perseguirla con el último gramo de esperanza que le quedaba, hacer el trabajo sucio y dejar la senda limpia y clara para que la pequeña Jenny salga ilesa a los escombros que los rodean. El terso suspiro de Jenny bastaba.
El viejo Chaun puedo tirar la toalla. Aunque tirarla o sostenerla era irrelevante pues nadie lo notará. Chaun también es neutro, a veces. Incluso cuando hacen de su inconcebible historia, un áspero comic de cien páginas. El no era superman, ni en apariencia.

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