sábado, 20 de noviembre de 2010

Mundo ausente III

(III)

Dentro de mis pesadas botas se podía sentir la sudoración recorriendo mis talones y mis dedos comprimidos pidiendo ayuda. El cansancio era tiránico, peor por la prisa en nuestro andar. Por increíble que pareciera, José y sus amigos no dejaban de hablar, reír y pasarle al machete a la malesa sobresaliente en el camino. Todo como si nada, una rutina tan sencilla para ellos como era para nosotros el comer o el respirar. Bueno no tanto el respirar a más de 1 500 metros sobre el nivel del mar era muy complicado. Adecuados totalmente a su forma de vida.

El avance era cada ves más pesado, el sendero se hacía más erguido y para llegar al río había que descender por una especie de quebrada y una espesa vegetación y claro, enormes rocas por doquier.
Llegamos a una especie de intersección, por no decir cuello de embudo. Desde la planicie de ese cruce se apreciaba la magnitud de los cerros que encerraba tanta vegetación de palo seco y roca muy caliente. El lugar perfecto para escapar del frío y contemplar ese habitat. Frente a él, el inmenso río tan bravo como translúcido. Por los costados de las lomas, pequeñas pero largas trochas y callejones, algunas casuchas que parecían colgados con clavos y mucho ganado disperso. Casi por un costado y mirando hacia abajo, el enorme abismo envuelto en una niebla realmente espesa y blanca recorriendo nuestros pies. Y los efectos del frío saliendo de nuestras bocas, un humo denso y fúnebre.
Me tomaba las rodillas mientras trataba de reponerme. Beber un poco de agua pura del río implicaba un esfuerzo más. Un verdadero sacrificio.

Dejamos nuestras cosas otra vez, había que ir a "pata pelada" y con los caballos cerca, los comuneros delante a manera de guía y mucho cuidado de no patinar. Nos inclinamos para desamarrarnos las botas, casacas y guantes. Si caíamos al agua era enfermarse inmediatamente. Calculo que ese río circulaba agua a menos de 5°. Bebimos como pudimos de la parte más alta para que los caballos beban del agua contra corriente. Nos lavamos ligeramente, nunca había sentido un agua tan helada, que mi lengua parecía retorserse por mi nariz y las manos estaban tan duras que dolían.
—Hay que apurarnos, más allasito esta la bajadita a la plaza— dijo Don Anselmo, aparentemente el mayor de todos. Lucho, el más irreverente de mi grupo se sacó el pantalón intentando bañarse. Era de no creerse, permanecí sentado entre las rocas mientras apreciaba una de sus tantas locuras. Lucho es argentino pero vive muchos años en el país y es un tipo decidido y aventurero, además de ser medio descocado. Por supuesto nadie lo siguió, esa idea descabellada solo podría surgir de el. Y se metió al río. Realmente estaba loco, todos reíamos moviendo la cabeza de lado a lado.
—El gallo no cambia— dijo Heberth, el chino, que se notaba moría de ganas por hacer lo mismo, de alguna forma estaba casi igual de loco que Lucho. Pero el frío lo contuvo. 

Ahora eramos presa del hambre, ese río nos había energizado a punta de frío y ansiedad. Ahora el hambre nos haría avanzar hasta llegar a nuestro destino. La plaza Uyurpampina.
Retomamos la senda, bordeando el río para agilizar el paso y cortar camino. Pero allí cerca al agua el frío era más rígido. Metí la mano a mi bolsillo lateral saqué una cajetilla de Camel y fue como una bendición. Curiosamente nadie pensó en cigarrillos en toda la ruta, siendo lo primero en que debimos pensar. El problema era que nadie cargaba un encenderor consigo. Pero el tema de los cigarrillos ya era prioritario asi que, si era posible había que desmantelar todo el equipaje hasta encontrar algo con que hacer fuego. Unos fósforos húmedos y con apenas cuatro palitos fue lo que encontramos en las pertenencias de Santos. La desesperación era incontenible, y al primer inhalo de alquitrán y la respuesta inmediata de plétora. Como niños comiendo caramelos en Halloween.
Continuamos la ruta. Los comuneros debían desviar su andar, pero con José bastaba y sobraba, aunque habíamos obviado algo importante: el peso de las cosas a cargar. Aunque no faltaba mucho, el beber agua y fumar para contener el frío nos devolvió las fuerzas para terminar. Nos despedimos. Tanta gentileza y desinterés en la gente ya no se ve en la ciudad.


Ahora éramos como al inicio, cinco, y mucho peso que transportar. Por el extremo del río logramos apreciar un paisaje inenarrable. El despeñadero dejaba ver en el fondo de el, la silueta del río y su confluencia con las quebradas y acequias, como una canasta de serpientes y manzanas. Las copas de los árboles moteados y las rocas conteniendo la majestuosidad de aquella forma fascinante. Nuestra vista se centró en ella y no nos percatamos que la plaza y el pueblo yacían unos metros antes de ese cónclave de serpientes celestes. Un verdadero requiem. Aprovechamos en sacar algunas tomas en la cámara.

Nos pusimos uno trás otro evitando ir rápido y poder resbalar. Lucho era el más fuerte y pesado iba atrás como conteniendo con su peso y nivelando el andar del grupo. Nos sostuvimos con la soga atada a un árbol a lo alto y en su caída atamos las cosas para que ese contrapeso vaya al fondo del pasadiso. Esa cuerda bien estirada y tersa entonces sería como una manija para nosostros. Ernesto, el más ligero y tímido de todos iba delante y resbala ligeramente y en una de esas me toma de la rodilla, yo iba tras el, haciendo que también me resbale, nos llenamos de barro y en esa ligera caída la cámara se desprende de mi cuello al igual que mi sombrero. Este último voló por entre la vegetación y la cámara se deslizaba directo al río hasta perderse de mi vista. Peor no podía ir.


 

3 comentarios:

Hasta en el último rincón dijo...

Me muero... en que año fue este trip adventure??????? Y sigo insistiendo, fue x placer??? Quién te recomendó ir por esa ruta tan matada!!! Y cómo se te ocurriría FUMAR!!! Qué locura... y después dicen que las mujeres somos locas.
Sigue contando! Todo parece indicar q fue un viaje q empezó misma pesadilla, pero terminó increible.
Me equivoco???

Mr.d dijo...

siiii un viaje de locos. la poca costumbre del lugar era agobiante pero increible....el fumar casi nos mata---no tenes idea...

Bren dijo...

en serio lo mismo pense q ingenuos para fumar y pensar q eso les daba fuerzas jajajajajja mariteeeeeeee ese fue viaje por trabajooooooooooooooo